Texto y foto: Lic. Tamara Le Gorlois
En Facebook:
La Compañía de Jesús en la Patagonia
El territorio misional de los Jesuitas de Chiloé (Chile) abarcaba desde Osorno hasta la costa atlántica y hacia el sur, hasta el estrecho de Magallanes. Su principal residencia estaba en Castro, en el archipiélago de Chiloé, y la más sureña, en la isla de Cailín, al sur de Quellón. Incursionaron hacia Osorno donde fueron rechazados por los mapuches, pero lograron misionar hacia las pampas argentinas entre 1670 y 1718.
En el siglo XVII, los jesuitas habían establecido un sistema llamado Misión Circular para poder atender todas las comunidades evangelizadas.
La Misión Circular recorría en ocho meses, en piragua y a pie, un total de 4000 km (más de 80 sectores). Durante el recorrido, los misioneros se establecían apenas un par de días en cada capilla. Durante el resto del año la vida religiosa quedaba a cargo del fiscal. Ante la escasez de sacerdotes, la Compañía solicitó al Rey que permitiera el establecimiento de nuevos jesuitas, aunque no sean españoles. La solicitud fue aceptada y los refuerzos llegaron de Hungría, Baviera y Transilvania.
Al principio las capillas eran rústicas, con techo de paja, hasta que durante el siglo XVIII estos misioneros extranjeros impulsaron la construcción de iglesias más duraderas, en madera de ciprés y coihue con tejuelas de alerce, imponiendo diseños y técnicas de construcción usados en sus países de origen. Los carpinteros chilotes a su vez aportaron mano de obra, materiales y técnicas propias, inspiradas en la construcción de navíos (en muchos lugares los clavos fueron reemplazados por tarugos), creándose una tradición arquitectónica, que perduró tres siglos. Esta forma evolucionó pasando, a mediados del siglo XIX, de una arquitectura muy adornada, a otra mucho más sobria, comparándose con lo sucedido en Europa entre el barroco y el neoclásico.
Son varias las capillas de madera del archipiélago de Chiloé que sobreviven; dieciséis de ellas fueron declaradas a partir del año 2000 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Junto a algunas construcciones de madera de algunos países escandinavos, son las construcciones de madera más antiguas del mundo en buen estado de conservación. Algunas iglesias fueron construidas por los jesuitas y otras más tarde por los franciscanos.
La misión jesuita del Nahuel Huapi, junto al lago homónimo surgió tras el hostigamiento reiterado que los nativos sufrieron con las malocas (expediciones esclavistas). Tras la maloca de Luis Ponce de León en 1649 comenzó a temerse una sublevación general de los indígenas. A fin de evitarla, el jesuita Diego de Rosales, ofreció sus servicios al gobernador de Chile Arauco Antonio de Acuña. Así fue el primer jesuita que misionó en la zona del lago Nahuel Huapi, intentando pacificar a puelches y poyas (nombre que los mapuches daban a los patagones septentrionales). Para ello pidió que se le entregaran los 300 indígenas cautivados, y guiado por uno de ellos, el cacique Catinaquel, atravesó la cordillera por el paso de Villarrica en 1650 (posiblemente por el actual paso de las lagunas Epulafquen en el alto río Neuquén) llegando al Nahuel Huapi.
En 1666 el gobernador de Chiloé, Juan Verdugo, mandó realizar una nueva maloca, no obstante la paz celebrada en 1651. El padre Nicolás Mascardi, entonces rector del colegio que los jesuitas tenían en Castro (Chiloé), aprendió su lengua e intentó evangelizarlos, componiendo un catecismo y evangelio en su idioma. La mujer de un cacique que estaba con ellos lo convenció de que si los liberaba, podía ir a sus tierras a evangelizar a los demás. Así Mascardi fundó en 1670 la misión Nuestra Señora del Populo (luego llamada Nuestra Señora de los Poyas y posteriormente Nuestra Señora del Nahuelhuapi), en la zona conocida como Puerto Venado, sobre la orilla norte del lago Nahuel Huapi, cerca de la península Huemul.
Mascardi plantó los primeros manzanos y recorrió la cordillera de los Andes. Estableció reciprocidad con los indígenas, y pidiendo a la corona de España la abolición de la esclavitud, logró convertir a poyas y puelches al cristianismo. Luego construyó otra capilla en el Brazo Última Esperanza del mismo lago, en honor a la Virgen de los Desamparados.
En 1671 exploró los lagos Musters y Colhué Huapi. al año siguiente los ríos Limay y Negro, llegando al Océano Atlántico, y luego hasta el Cabo Vírgenes. Su dedicación sería recompensada en marzo de 1672, cuando el virrey de Perú Conde de Lemos, le obsequió una imagen de la Virgen María tallada en cedro que entronizó en la misión bajo el nombre de Nuestra Señora de los Poyas. Su sucesor, el padre Felipe de la Laguna le añadiría en 1704 “y de los Puelches” como símbolo de la unión de los dos pueblos originarios del Norte y Sur del Nahuel Huapi.
El aciago día llegó el 15 de febrero de 1674: Mascardi fue asesinado por poyas opositores en su cuarta expedición, en las cercanías de las nacientes del río Deseado y la misión fue abandonada por casi tres décadas. Sus restos fueron rescatados por una expedición de seis españoles enviados por el padre Ferreira y sus cenizas depositadas en Concepción (Chile).
Desde 1689 otro jesuita, José de Zúñiga mantuvo por cuatro años la misión del cacique Calihuinca (con pehuenches) al norte del lago Nahuel Huapi, cerca de los pasos cordilleranos que llevan a Valdivia. En 1693, la misión fue cerrada por orden del gobernador José Garro, regresando Zúñiga a Chile.
En 1702 el jesuita Felipe de la Laguna, hallándose en Calbuco, recibió el pedido de indígenas cristianos para reconstruir la obra. En 1704 llegó con el padre Juan José Guillelmo, y restableció la misión del Nahuel Huapi. Un par de días después, el padre Laguna regresó a Castro en busca de operarios y materiales para construir la iglesia y casas. En 1707, cuando Laguna atravesaba tierras del cacique Tedihue, aceptó de éste un vaso con chicha, sin sospechar que lo estaban envenenando.
Así quedó Guillelmo a cargo de la misión haciendo una obra fecunda. Primero adquirió de los indios sus usos y costumbres, y dominó las tres lenguas que se hablaban en la zona: la propia del Nahuel Huapi, la de los poyas y la araucana. De las dos primeras escribió un diccionario y gramática, oraciones y cánticos religiosos. Compró vacas a los nativos del norte para asegurar el sustento de los indios que vivían en la misión. Pero lo más trascendental fue su descubrimiento del paso de los Vuriloches, o de Bariloche, al sur del cerro Tronador, abriendo así un paso mucho más directo que evitaba el complicado camino de travesías en canoas siguiendo el río Peulla.
En 1714, el padre Manuel de Hoyo, rector del colegio de Castro, reemplazó a Guillelmo en la misión del Nahuel Huapi durante el viaje que este hizo a Chiloé, a cuyo regreso descubrió el paso Vuriloche. El descubrimiento encolerizó a los puelches, que temían volver a sufrir nuevas expediciones eslavistas a través de ese paso. En represalia envenenaron a Guillelmo el 16 de mayo de 1716. Tiempo después dieron muerte al padre Francisco de Elguela (quien había quedado a cargo de la misión) a golpes de boleadoras y flechazos y a otros indios cristianos, saquearon el lugar e incendiaron todo.
En pocas palabras, el balance de la obra misionera al norte del lago Nahuel Huapi fue desastroso: los jesuitas tuvieron que abandonar la obra misionera por los martirios que sufrieron varios de sus miembros, algunos de los cuales recordamos actualmente en la toponimia patagónica argentina.
1674: El padre Mascardi fue asesinado por los poyas.
1707: El cacique Tedihue envenenó al padre Felipe de la Laguna.
1716: El padre Juan José Guillelmo fue también envenenado por el cacique Mancuhunai.
1717: Los indios dieron muerte al padre Francisco de Elguela y saquearon la misión.
La misión había quedado abandonada. Al año siguiente llegó desde Calbuco el padre Arnold Jaspers, protegido por una expedición militar. Halló intacta entre las matas, la imagen de la Virgen de Los Poyas y Puelches que Mascardi entronó en la Misión del Nahuelhuapi. Había sido arrojada a orillas del lago, envuelta con cueros. Trasladada al colegio de Castro, actualmente se encuentra en la iglesia de Santa María de Loreto de Achao (construida en 1730, hoy es la iglesia más antigua del archipiélago de Chiloé).
Pero Jaspers no intentó restablecer la misión y el paso Vuriloche también fue olvidado.
En 1751, proveniente de Concepción, recorrió el norte neuquino el jesuita alemán Bernardo Havestadt, llegando a la zona de Malargüe en Mendoza. Exploró los territorios en donde, en 1756, Ángel de Espineira fundaría la misión de Nuestra Señora del Pilar de Rarín Leuvú en el valle de los Guanacos, que perduraría hasta la expulsión de los jesuitas en 1767.
A fines de 1766, el superior de la misión jesuita de Ralún, intentó restablecer la misión del Nahuel Huapi, pero no logró llegar por una creciente del río Blanco. Y finalmente a principios del año siguiente, otro intento de repetir la expedición quedó trunco por la expulsión de los jesuitas de toda América en 1767. Así la población nativa de Chiloé y nuestra Patagonia argentina quedó huérfana de asistencia cristiana, tarea que asumirían los franciscanos desde 1771 y los salesianos más tarde.
Lic. Tamara Le Gorlois
http://actualizacionesturismo.blogspot.com/
No hay comentarios.:
Publicar un comentario