Tren de la Costa
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El Tren de la Costa, que une las estaciones Maipú (Vicente López) y Delta (Tigre), se reinauguró en marzo de 1994.
Corre por el ramal del Bajo, cuyo nombre oficial era línea R (que unía estaciones Retiro y Delta).
Fue clausurado en 1961 por Frondizi.
Para ello se han construido 15,5 km. de vías y el Río de la Plata sigue acompañando su recorrido a través de los partidos de Vicente López, San Isidro, San Fernando y Tigre. El tren los recorre en alrededor de 26 minutos (sale cada diez minutos).
En la remodelación se invirtieron 110 millones de dólares.
Ahora son embellecidas, recicladas y modernizadas, a lo largo de sus once estaciones, entre la avenida Maipú y el Delta. Ocho de ellas (Borges, Anchorena, Las Barrancas, San Isidro, Punta Chica, san Fernando y Delta), habían naufragado en la herrumbre y el abandono. Las otras tres son totalmente nuevas (Maipú, Libertador y Marina Nueva). En la estación cabecera Maipú, el tres estaciona en altura, sobre una planta baja destinada a locales de comercio y cocheras con capacidad para 125 automóviles. En la primera parada del recorrido, estación Borges, el tren vuelve al nivel de la calle, a unos cincuenta metros de la plaza Vicente López y la Iglesia Jesús en el Huerto de los Olivos. Esta estación cuenta con un centro recreativo, gastronómico y cultural. Homenajea a Francisco Borges (1835-1874), abuelo de Jorge Luis Borges.
En libertador al 2700 se levanta la nueva estación Libertador, rodeada de dos edificios con un puente comunicante que aglutinará dos cines, un supermercado, juegos para chicos y patio de comidas. Y un poco más al norte, la reciclada estación Anchorena tuvo que ser elevada: durante las sudestadas, las olas del río rompían sobre el viejo edificio, que parecía un barco a la deriva. Allí funciona un espacio al estilo de la nueva Recoleta, con un centro deportivo y una estación fluvial que conectará el Delta con Puerto Madero en cuestión de minutos. Como en las otras estaciones, en Las Barrancas se han conservado las estructuras de madera y los herrajes originales, con el agregado de paradores con ventanales al río. Hasta ahora se han instalado unos seis mil metros de vías. Los rieles, que carecen de juntas, evitan el traqueteo característico de los ferrocarriles.
La velocidad máxima posible es de 80 km/h, aunque la velocidad comercial es de 30 km/h.
Se puso especial cuidado en la preservación del paisaje y se reformaron algunas estaciones conservando las estructuras de madera y herrajes que reflejan el elegante estilo inglés original y se construyeron otras siguiendo la misma línea.
La terminal (Delta) es la puerta de acceso al Delta del Paraná.
Pintado de verde, se ufana de su condición de "ecológico" por ser de tracción eléctrica. Además de poseer interés turístico representa un importante medio de transporte para los ciudadanos que pueden realizar la combinación con la línea Bartolomé Mitre de TBA en la estación Maipú y trasladarse a la Capital Federal.
La flota está formada por nueve modernos trenes de origen español, livianos, de dos coches cada uno, con capacidad para 200 pasajeros (80 pasajeros sentados y unos 120 parados), aire acondicionado, suspensión neumática, radioteléfono, música funcional y puertas automáticas.
Los pasajeros pueden ascender y descender cuantas veces lo deseen en el mismo sentido.
El control de pago se realiza por medio de un validador a bordo, con servicio de boleto magnético, que se compran en los locales comerciales de las estaciones.
El sistema de alimentación consiste en dos subestaciones transformadoras-rectificadoras propias y toda la operación ferroviaria se controla desde un puesto central de operaciones.
Tren de la Costa, empresa del grupo Sociedad Comercial del Plata, es la propietaria de la concesión por 30 años del ramal ferroviario y de la explotación inmobiliaria de los predios que la integran.
En 1990, el Estado licitó la concesión de la explotación del servicio público de transporte ferroviario y comercial del ramal Mitre-Delta.
El derecho de propiedad de las tierras le corresponde al Estado por donaciones de ilustres familias en el siglo pasado para ser destinadas a un corredor ferroviario. Cambiar el destino de esas tierras suponía pleitos por parte de los sucesores de los donantes que podrían solicitar la retro-cesión.
En octubre de 1992 se firmó el contrato de concesión, que fue ratificado en febrero de 1993 por el decreto 204/93 del Poder Ejecutivo, en lo que podría denominarse el puntapié inicial de las obras.
Cada estación del tren está estructurada para satisfacer la demanda de espacios y ámbitos que genera la recreación, el esparcimiento, y el consumo.
La oferta tiende a que las estaciones se conviertan en lugar de encuentro tanto para los jóvenes como para el resto de la familia ya sea por los lugares de consumo gastronómico, los cines, paseos de compras y por el desplazamiento, a través del tren de los escolares que asisten a establecimientos próximos a la traza.
El sistema de transporte ferroviario con tracción eléctrica transporta en las horas pico 4000 pasajeros/hora en ambos sentidos. La oferta de servicio máxima es de 17,6 millones de pasajeros al año.
Antes de desmantelarse, más de diez mil personas llegaban hasta allí cada sábado en busca de playa, un poco de sol y (aunque no fuera el Atlántico) un baño de agua en la ribera. En la vieja estación Las Barrancas, el convoy llegaba hasta los vestuarios.
Manuel Cerdeira (5o), es la tercera generación al frente del recreo "El Aguila", que supo edificar su abuelo en I924 bajo el añejo nombre de “Mar Dulce".
El itinerario de las vías se encontró a su paso con obstáculos diversos. A la altura de la calle España hallaron una pileta de natación nueva que se emplazaba justo por donde debían cruzar los rieles. Y a la altura de la estación Canal San Fernando el rumbo del tren prácticamente chocó con el asentamiento "El Palito", unas sesenta casas humildes que se desperdigaban a ambos lados de las vías. Las familias serán trasladadas en noviembre próximo al barrio de El Talar, en fase de construcción por un acuerdo entre la gobernación, el partido de Tigre, la concesionaria del Tren de la Costa y los pobladores.
Un poco más al norte, en medio de las vías abandonadas, Ramona (45) había levantado una casilla para ella y sus doce hijos. Es viuda y trabaja por horas en casas de la zona. Cuando se activó el proyecto le dieron una prefabricada y un lugar donde ponerla.
La gente sueña con que la presencia del tren pueda reactivar los astilleros Astarsa, que llegaron a emplear a mil obreros.
Entre otras cosas, los lugareños imaginan el resurgimiento de la guardería náutica del canal o de las numerosas fábricas de sidra que abundaron en la zona.
El vetusto boleto puede comprarse en los negocios de cada estación.
Los que tienen más de 50 hacen memoria. Y recuerdan que el antiguo ramal del Bajo inyectó vida a los recreos Croveto, Cruz Colorada, El Laura y El Tropezón, donde el escritor Leopoldo Lugones, de vuelta de todo, eligió el suicidio. En esa época de esplendor, pegados a la estación terminal Delta, existían los históricos bares El Alemán El Mingo, conocidos por sus vinos pateros pero más y que nada por la piel fantástica de una mulata, La Logumba, cuya belleza generó disturbios en un par de generaciones.
Sobre la sombra de aquellos piringundines de bajo fondo, se levantan hoy dos edificios llamados Feria y Pescadores, que concentrarán patios de comida, un complejo artesanal, juegos infantiles y una dársena ampliada que serán el eje de la atracción del complejo Delta.
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