Miscelánea de la fauna introducida y la caza deportiva


A partir del siglo XX, con la parquización de estancias modelo dedicadas a la agricultura y la ganadería, comenzó a traerse animales exóticos en la región. Aarón de Anchorena, por ejemplo, introdujo en sus campos en Uruguay, llamas del altiplano, ciervos axis, canguros de Australia, ciervos colorados de Siberia, jabalíes del Cáucaso, bisontes de los EE.UU., antílopes africanos y antílopes negros de la India (especie en notable regresión en la India debido al crecimiento demográfico, pero asegurada a nivel mundial gracias a las manadas presentes en Texas y en nuestro país, donde solo en la zona de Villanueva, Buenos Aires, hay más de 5000 ejemplares). La simiente de estos animales llegó a los campos argentinos al mismo tiempo que los Casares introducían ciervos dama en su establecimiento Huetel; los Álzaga Unzué poblaban sus campos en Entre Ríos con ciervos dama; Gerardo Erro traía desde Brasil los búfalos a Corrientes; los Estrugamou y los Hossmann poblaban sus establecimientos La Calma y La Barrancosa con antílopes negros de la India que pronto proliferarían en todo el sur santafecino; mientras los Muñiz Barreto, los Sáenz Valiente y los Álzaga traían ciervos axis a la costa bonaerense.
Pedro Luro, por su lado, comenzó a formar cotos de caza en su estancia pampeana con jabalíes europeos y ciervos colorados de los Cárpatos, simientes de los que los Hossmann llevaron a su estancia Collunco en San Martín de los Andes y al resto de la Patagonia.
A estos especímenes se agregaron con el tiempo el curioso ciervo del padre David, el muflón, la cabra ibex, el carnero de Jacob y la cabra salvaje, entre otros.
Entonces la actividad cinegética –como se conoce a la cacería–, era una forma más de afianzar lazos entre amigos, siguiendo un estilo más parecido al de los pioneros –ávidos de alimentarse con lo que se les cruzara en el camino– que al de los cazadores europeos. Las pocas armas que se conseguían eran los rifles Winchester 44/40 de palanca, usados en las estancias para defenderse del ataque de malones y cuatreros y algún que otro Mauser militar del calibre reglamentario (7,65 x 54 mm) con sus municiones de combate. Mientras, los cazadores europeos inmigrantes iban trayendo consigo las primeras escopetas con sus balas del tipo Brenneke y rifles deportivos.
La proliferación en los años ‘50 de polígonos del Tiro Federal y la posibilidad de adquirir fusiles Mauser del Ejército (del año 1909) para ser transformados en armas de cacería, fomentó la formación de clubes de caza. El más antiguo y prestigioso, el Club Argentino de Caza Mayor –fundado en 1957–, congregó estancieros de renombre al más elegante estilo británico.


La cacería comenzó tímidamente en los años ’60 a verse como otra veta comercial: al ponerse precio a cada presa lograda, se fue generando, hasta la actualidad, una demanda importante de cazadores extranjeros. Se forma entonces la Federación Argentina de Caza Mayor aglutinando todos los clubes, normando la medición de los trofeos y favoreciendo la importación de armas y municiones modernas, pero será recién en 1981, que la sanción de la Ley 22.421 regulará la actividad en todo el territorio.

Lic. Tamara Le Gorlois

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