Venden por Internet los restos del Pabellón Argentino de 1889

Nota de La Nación: http://www.lanacion.com.ar/1693091-venden-por-internet-los-restos-del-pabellon-argentino-de-1889


Una familia pide $ 1,5 millones por lo que queda de la monumental estructura de hierro creada para la exposición internacional de París; las columnas y las vigas están en un campo de Merlo

LA NACION
MIÉRCOLES 21 DE MAYO DE 2014
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Hace dos meses, un inusual producto empezó a venderse por Internet: los restos del Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. La estructura, que formó parte de la feria mundial en la que la Argentina se mostró al mundo junto a la Torre Eiffel a fines del siglo XIX, y que fue declarada Bien Cultural de la Ciudad por la Legislatura porteña en 2009, está compuesta por 16 columnas de 9 metros de alto, ocho cabriadas y doce vigas de entrepiso. Según sus vendedores, representa un tercio del pabellón original. Hoy se puede conseguir, con un clic, a $ 1.500.000 en Mercado Libre.
Sus propietarios, herederos de Isidro Solana, el último dueño, que instaló la estructura en el fondo de su casa en Mataderos, explicaron a LA NACION que decidieron ponerla en venta "para cerrar un ciclo de la historia". Es que, antes de llegar a sus manos, había pasado por un ajetreado periplo de 125 años.
En 1889, el pabellón se mostró en todo su esplendor en París con sus vitrales, sus cúpulas y lámparas eléctricas que lo mantenían iluminado durante la noche. Después de la exposición, se lo desmontó y se lo trajo a Buenos Aires, donde fue sede de la Exposición Internacional del Centenario de la Revolución de Mayo y, luego, del Museo Nacional de Bellas Artes.
El imponente Pabellón Argentino que participó de la Exposición Universal de París en 1889
El imponente Pabellón Argentino que participó de la Exposición Universal de París en 1889.Foto:Archivo
En 1933 se lo remató como chatarra. Cuando, en 1947, Solana compró una propiedad sobre la calle Andalgalá al 1400, en Mataderos, los hierros ya estaban apilados allí. Él los ensambló y les colocó un techo de postes de lapacho y chapas bajo el que funcionaron una fábrica de carruajes y un taller hasta años antes de su muerte, en 1997.
Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. Foto: www.arcondebuenosaires.com.ar
Pabellón Argentino en la Exposición Universal de París de 1889. Foto: www.arcondebuenosaires.com.ar
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"Desde entonces la intención fue venderlo -explicó una de sus hijas, que pidió no publicar su nombre-, aunque para eso teníamos que estar seguros de su valor. Mi papá siempre pensó que había sido un cuartel de los Granaderos que había funcionado en la plaza San Martín. Pero después de investigar en archivos, bibliotecas y hemerotecas, con mi hermano descubrimos que era parte del Pabellón de París." Visitaron a un anticuario ya fallecido de apellido Bonamassa, en el barrio de San Telmo, quien estimó el valor de la estructura en 600.000 dólares.
A partir de entonces, se sucedieron ofertas a particulares, entidades públicas y privadas, pero ninguna prosperó. Según contó la hija de Solana, funcionarios del gobierno porteño mostraron su interés por comprar la estructura en 1998, aunque la operación no se concretó. Relató que también se la ofrecieron al Museo Nacional de Bellas Artes, pero no recibieron respuesta, y que incluso le enviaron una carta a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
"Le contamos la historia del pabellón y que visitamos un museo en Trevelin en el que está el diploma ganador al mejor trigo del mundo en 1889, trigo de la Patagonia. La mandamos hace dos o tres años a Balcarce 50, no sé si se la habrán hecho llegar", recordó.
Los festejos del Bicentenario reactivaron la intención de vender los restos. "Vimos que el gobierno de San Luis había hecho una réplica impresionante del Cabildo y pensamos que tal vez les podría interesar. Les llevamos una carpeta con toda la información, pero no pasó nada más", relató la hija de Solana. "Después leímos que Francisco de Narváez había comprado una biblioteca de Perón en una subasta millonaria y le escribimos un mail, pero nos respondió muy amablemente que no estaba interesado", agregó.
En agosto de 2002, los terrenos de la calle Andalgalá al 1400 se vendieron, la estructura se desarmó y hoy hay construidos unos dúplex. Según asegura uno de los nietos de Solana, los hierros se encuentran en un campo en Pontevedra, partido de Merlo, en la provincia de Buenos Aires.
"Elegimos difundir la venta por Internet porque es lo más visto", explicó el joven, que es usuario activo del sitio Mercado Libre desde hace casi diez años. Hasta el momento, admitió, no recibieron ninguna oferta. "Es un bien con un triple valor: por su antigüedad, su conservación y su material, ya que las columnas llevan un sello de origen de Anzin, Francia", opinó la hija de Solana.
"Da nostalgia venderlo. Mi papá estaba tan orgulloso y trabajó como loco para armarlo con sus propias manos, pero no sé qué podríamos hacer con él. Sería un sueño que lo volvieran a armar para eventos o exposiciones, o que algún privado lo compre para instalarlo al aire libre. Tal vez algún empresario como Alan Faena, aunque no sabemos cómo llegar a él", agregó.

UN PERIPLO DE 125 AÑOS

1889
El Pabellón Argentino se armó en París. Luego, en Buenos Aires, fue sede de la exposición por el centenario de la Revolución de Mayo
2014
Tras ser rematada como chatarra en 1933, los restos fueron hallados en una casa de Mataderos. Hoy, permanecen en un campo de Pontevedra, Merlo

Logia en el en el campo de concentración de Esterwegen




Monumento en memoria de la logia clandestina "Liberté chérie” (“Querida Libertad") en el campo de concentración de Esterwegen.

Tonsuras e intonsos



La tradición habla del cabello intonso (“tonsura” –del latín tundere– significa cortar; e “intonso”, largo, nunca cortado) como emblema de la devoción del hombre hacia el Supremo, o como tributo de valentía y protección infundida por los dioses.
Fueron intonsos célebres patriarcas, así como Sansón, quien encarnó la lucha en el proceso de la toma de la tierra prometida. Según el Libro de los Jueces, antes de nacer Sansón, Yavé le anunciaba a sus padres que bajo ningún concepto le cortasen la cabellera ni le diesen de beber bebidas alcohólicas, ya que había de ser un nazareno (del hebreo nāzīr, “consagrado”) al culto de Dios. Luego sabremos que Sansón se vio envuelto en situaciones que le obligarían a poner en prueba los poderes que su intonsa cabellera y poblada barba le propiciaban.
De la misma manera, el Cid, indomable Campeador, infundía pavor al enemigo con su luenga barba intonsa.
Tampoco podemos disociar la bravura de los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio Romano: godos, vándalos, hunos, lombardos, francos, anglosajones,… luchaban impertérritos escudados tras vastas cabelleras y barbas.
Derivando de “intonso” parece tener la misma raíz el toisón, corte de vellón de cordero, lana “atusada” que se pretendía como trofeo o distinción.
Por otro lado, la tonsura (el corte) era la que, por su significado místico, se le hacía a curas y frailes, así como a los druidas en la cultura celta. En la ceremonia de ordenación de monjes o frailes, se les corta mechones según los grados; y por su lado, novicios y legos, en lugar de ser tonsurados, se les rasura la cabellera a lo motilón (a modo de casco). Cervantes habla en su Don Quijote de cómo una viuda se amanceba con un mozo motilón.
Reflexionando sobre el significado de aquellos históricos cortes, recordé los libros que tras ser tipografiados, plegados y encuadernados, salían de la imprenta intonsos (“sin cortar las barbas", con los bordes de sus hojas plegados y sin cortar). Le concernía al propio lector cortar los bordes de las páginas a medida que avanzaba en su lectura como inmerso en un ritual de desvirgado de arcanos ocultos en la lectura. Hoy, las máquinas guillotinan los bordes de los libros, y los escasos ejemplares artesanales intonsos son sobrevalorados por el bibliófilo, porque al no haber sido abiertos, al no haber sido nunca leídos le da un valor superior al del ejemplar "afeitado".
Pero el vocablo intonso tiene otro sentido diametralmente opuesto: así como la tradición atribuye fuerza y misterio al arquetipo del héroe o al libro intonso; aquel que no abre las hojas de los libros o no lee, lejos de ser una figura poderosa, el hombre intonso se delata como un ignorante, inculto y débil. Cervantes, con más gallardía, hubiera tratado de intonso al poeta o soldado novato, al que “aún no tenía un corte” ni experiencia, con la esperanza de que esto solo se acotara a un reducido estamento de la sociedad…
Lic. Tamara Le Gorlois