Tonsuras e intonsos



La tradición habla del cabello intonso (“tonsura” –del latín tundere– significa cortar; e “intonso”, largo, nunca cortado) como emblema de la devoción del hombre hacia el Supremo, o como tributo de valentía y protección infundida por los dioses.
Fueron intonsos célebres patriarcas, así como Sansón, quien encarnó la lucha en el proceso de la toma de la tierra prometida. Según el Libro de los Jueces, antes de nacer Sansón, Yavé le anunciaba a sus padres que bajo ningún concepto le cortasen la cabellera ni le diesen de beber bebidas alcohólicas, ya que había de ser un nazareno (del hebreo nāzīr, “consagrado”) al culto de Dios. Luego sabremos que Sansón se vio envuelto en situaciones que le obligarían a poner en prueba los poderes que su intonsa cabellera y poblada barba le propiciaban.
De la misma manera, el Cid, indomable Campeador, infundía pavor al enemigo con su luenga barba intonsa.
Tampoco podemos disociar la bravura de los pueblos bárbaros que invadieron el Imperio Romano: godos, vándalos, hunos, lombardos, francos, anglosajones,… luchaban impertérritos escudados tras vastas cabelleras y barbas.
Derivando de “intonso” parece tener la misma raíz el toisón, corte de vellón de cordero, lana “atusada” que se pretendía como trofeo o distinción.
Por otro lado, la tonsura (el corte) era la que, por su significado místico, se le hacía a curas y frailes, así como a los druidas en la cultura celta. En la ceremonia de ordenación de monjes o frailes, se les corta mechones según los grados; y por su lado, novicios y legos, en lugar de ser tonsurados, se les rasura la cabellera a lo motilón (a modo de casco). Cervantes habla en su Don Quijote de cómo una viuda se amanceba con un mozo motilón.
Reflexionando sobre el significado de aquellos históricos cortes, recordé los libros que tras ser tipografiados, plegados y encuadernados, salían de la imprenta intonsos (“sin cortar las barbas", con los bordes de sus hojas plegados y sin cortar). Le concernía al propio lector cortar los bordes de las páginas a medida que avanzaba en su lectura como inmerso en un ritual de desvirgado de arcanos ocultos en la lectura. Hoy, las máquinas guillotinan los bordes de los libros, y los escasos ejemplares artesanales intonsos son sobrevalorados por el bibliófilo, porque al no haber sido abiertos, al no haber sido nunca leídos le da un valor superior al del ejemplar "afeitado".
Pero el vocablo intonso tiene otro sentido diametralmente opuesto: así como la tradición atribuye fuerza y misterio al arquetipo del héroe o al libro intonso; aquel que no abre las hojas de los libros o no lee, lejos de ser una figura poderosa, el hombre intonso se delata como un ignorante, inculto y débil. Cervantes, con más gallardía, hubiera tratado de intonso al poeta o soldado novato, al que “aún no tenía un corte” ni experiencia, con la esperanza de que esto solo se acotara a un reducido estamento de la sociedad…
Lic. Tamara Le Gorlois

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