La localidad de El Hoyo, en
la Comarca Andina del Paralelo 42 (Chubut), abrió al público, desde el pasado 3 de enero del
2014, el laberinto más grande de Sudamérica. Modelado en cerco vivo cuenta con aproximadamente
8.000 metros
cuadrados y 2.200 metros de sendero en un circuito de nueve
puertas a descubrir. Quienes deciden viajar en su interior, demoran entre 15 y
sesenta minutos aproximadamente para salir de él.
La geométrica composición de Laberinto Patagonia se visualiza a la
distancia, saliendo de Puerto Patriada. Se encuentra a apenas 3,7 kilómetros de la
Ruta Nacional 40. En el Km 1901 se abre el acceso a “El Desemboque”, camino
sinuoso de ripio consolidado que bordeando el Río Epuyén conduce hasta el lugar.
Les comparto, para vuestro deleite, este magistral cuento de Borges que nos sintetiza las dos formas en que se puede viajar en el laberinto de la vida: la errada y la correcta, por sendas viciadas o por las sendas virtuosas...
Los dos reyes y los dos laberintos - El Aleph (1949), de Jorge Luis Borges (1899–1986)
Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que en los primeros días hubo un rey de las islas de Babilonia que congregó a sus arquitectos y magos y les mandó construir un laberinto tan complejo y sutil que los varones más prudentes no se aventuraban a entrar, y los que entraban se perdían. Esa obra era un escándalo, porque la confusión y la maravilla son operaciones propias de Dios y no de los hombres. Con el andar del tiempo vino a su corte un rey de los árabes, y el rey de Babilonia (para hacer burla de la simplicidad de su huésped) lo hizo penetrar en el laberinto, donde vagó afrentado y confundido hasta la declinación de la tarde. Entonces imploró socorro divino y dio con la puerta. Sus labios no profirieron queja ninguna, pero le dijo al rey de Babilonia que él en Arabia tenía otro laberinto y que, si Dios era servido, se lo daría a conocer algún día. Luego regresó a Arabia, juntó sus capitanes y sus alcaides y estragó los reinos de Babilonia con tan venturosa fortuna que derribó sus castillos, rompió sus gentes e hizo cautivo al mismo rey. Lo amarró encima de un camello veloz y lo llevó al desierto. Cabalgaron tres días, y le dijo: “¡Oh, rey del tiempo y sustancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso.”
Luego le desató las ligaduras y lo abandonó en mitad del
desierto, donde murió de hambre y de sed. La gloria sea con Aquél que no muere.
[1] Ésta es la historia que el rector divulgó desde el
púlpito. Véase la página [...«Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto», párrafo
12: “Nuestro rector, el señor Allaby, hombre de curiosa lectura, exhumó la
historia de un rey a quien la Divinidad castigó por haber erigido un laberinto
y la divulgó desde el púlpito...”]
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