Salvemos las abejas




















La drástica disminución de la población de abejas en el mundo fue tapa de la revista Time en agosto 2013: "Un mundo sin abejas”.
Las abejas y los insectos antófilos en general (que se alimentan de polen) son centinelas de lo que sucede en el ambiente. Su muerte masiva refleja un preocupante deterioro en el ambiente en que vivimos y pone en jaque nuestra supervivencia: además de producir miel, las abejas son las responsables de la polinización del 70% de los cultivos –frutas y verduras– que comemos a diario.
En la Argentina, dependen de su polinización los cultivos de durazno (Alto Valle del Río Negro y Cuyo), palto (norte argentino), almendro (Cuyo), cerezos (Cuyo y Patagonia), ciruelo y kiwi (región pampeana), cítricos, manzanas y peras. Además las abejas también polinizan frutas finas, hortalizas, leguminosas (especies forrajeras) y cultivos industriales (girasol, algodón, nabo y colza).
Más de 37 millones de abejas murieron el otoño del 2014 en Ontario (Canadá), tras la siembra de maíz transgénico. Los apicultores culpan a los neonicotinoides, sobre todo la imidacloprid y la clotianidina, dos insecticidas que se aplican tanto a semillas como a tratamientos foliares y que penetran en el polen y el néctar.
Si bien Argentina, Taiwan, Francia, Estados Unidos y Australia son los países que tienen más abejas en el mundo y grandes exportadores de miel, Argentina también nota la baja de producción: hasta el año 2004 la producción melífera nacional era de 80.000 a 90.000 toneladas por año, pero en los últimos tres años, se redujo a la mitad. Alrededor de 5000 apicultores dejaron la actividad en la pampa húmeda, zona apícola por excelencia, desde el 2006 hasta la fecha. Otros apicultores, apuestan a alejarse de las zonas de cultivo de soja y uso masivo de insecticidas, para ir al oeste pampeano. Donde hay monocultivos o grandes plantaciones de una única especie, como ser un tipo de eucalipto o soja, la abeja ingiere un único polen y su sistema inmune se ve afectado, perdiendo defensas para afrontar los patógenos que la atacan.
¿Cómo contrarrestar estos efectos?
  1. Reduciendo al mínimo o evitando el uso de pesticidas e insecticidas. Deberíamo modificar nuestros hábitos... antes de comprar un pesticida, fungicida o cualquier producto de limpieza, pensemos si podemos reemplazarlo por algún producto orgánico (el ajo licuado es un excelente pesticida y el limón el mejor desinfectante).
  2. Plantando las flores que más gustan a las abejas (bonitas, baratas, fáciles de cultivar): flores silvestres o nativas, lavanda, mejorana, borraja, variedades abiertas de dalias, alhelíes… El geranio no parece ser de su gusto.
  3. Tomando conciencia sobre lo que se compra y consume. Lo que es tóxico para las abejas, también lo es para nosotros.
  4. Compartiendo el tema en las redes sociales. 
  5. Divulgando el documental La desaparición de las abejas (Vanishing of the bees), dirigido por George Langworthy y Maryam Henein para concientizar sobre la problemática. El documental, narrado por Ellen Paje, cuenta que la comunidad científica de Europa y Estados Unidos observa perpleja desde hace unos diez años, la desaparición de miles y miles de abejas. Para mas información: www.vanishingbees.com
Lic. Tamara Le Gorlois
En Facebook: Huerta sana y fácil


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