La Fiesta de los Siete Pecados Capitales y Siete Virtudes en Tarragona

Lic. Tamara Le Gorlois

El Baile de los Siete Pecados Capitales (Ball dels set pecats capitals o La dansa de les virtuts i els pecats) se conmemora en Cataluña, con una tradición que se remonta al siglo XIV y XV, probablemente vinculado a la Procesión de Corpus que ya se realizaba entonces en tierras tarraconenses. En su versión arcaica debió tener parlamentos, una especie de trifulca parodiada y divertida entre los pecados y las virtudes para atraer a los feligreses a los eventos religiosos. Tras siglos de olvido, la danza fue recuperada en el año 2003 por el balet folklórico Esbart Dansaire de Tarragona, y en la actualidad se baila cada 22 de septiembre, en el marco de las Fiestas de Santa Tecla, Patrona de Tarragona, finalizando el cortejo en la plaza de las Cols.

Catorce figuras simulan, por medio de un baile, el combate entre las virtudes y los pecados según la visión cristiana: la humildad contra el pecado de la soberbia; la generosidad contra la avaricia; la castidad contra la lujuria; la paciencia contra la ira; la templanza contra la gula; la caridad contra la envidia; y la diligencia contra la pereza.

Los catorce participantes de esta danza, distribuidos en dos hileras, son ataviados con espectaculares trajes, diseñados para Muñecas Sempere, con detalles inspirados en los grabados en piedra de la Catedral de Tarragona y el Puente del Diablo.

En la fila de la derecha avanzan los siete representantes de las virtudes, figuras femeninas vestidas con faldones blancos y con máscara de expresión amable, también blanca cubriendo el rostro. En la mano portan varas doradas, las varas de las Virtudes selladas con un crismón, símbolo del cristianismo.
Los trajes ostentan bordadas imágenes simbólicas: el cíngulo (cordón con borla en los extremos usado por sacerdotes u obispos para oficiar misa), por ejemplo, representa la verdad y la caridad; la coraza, la justicia y la pureza; el calzado es emblema del celo apostólico, de la humildad; el escudo es la perseverancia; la cruz, símbolo de fe; el olmo como la esperanza de salvación; la espada, alegoría de la palabra de Dios; y por último, el arco, símbolo de la oración que actúa de lejos.

En la fila de la izquierda, los siete representantes de los pecados son de facciones masculinas, visten estrafalarios pantalones marrones y chaquetas de cuero, y cubren sus rostros con peludas máscaras, aterradoras y grotescas a la vez. En la mano portan largas varas de madera, son los bastos de los Pecados y en sus trajes aparecen bordadas figuras con una interpretación bastante curiosa, a veces controvertida: el águila se manifiesta como símbolo del orgullo atribuido a la soberbia; la serpiente, siempre horizontal, se presta al servicio de la envidia y la astucia; el jabalí, presagio de muerte, encarna la pereza; el oso es alegoría de la ira; la rata, representa la avaricia; el chivo, deviene en símbolo de abominación y lujuria; y el cerdo, de gula.

Durante todo el cortejo los catorce bailarines avanzan en dos hileras paralelas, al son de la música de una cobla de ministriles, conformada por el flabiol (especie de flauta catalana de madera) y el tamboril –o timbal–, la tarota (instrumento también catalán, de la familia de los oboes) y la cornamusa. Cada tanto ejecutan una coreografía muy sencilla, en la que ambas hileras avanzan, giran y forman un doble círculo.

Formado el círculo, y tras una vuelta sobre sí mismos, las Virtudes comienzan a girar en el sentido de las agujas del reloj mientras que los Pecados lo hacen en el sentido contrario. Los ritos de circumambulación tienen un gran simbolismo cósmico, solar y polar. La circumambulación "dextrocéntrica" o “dextrorsum” (“hacia la derecha”), siguiendo el movimiento en el sentido de las agujas del reloj, es la “solar”; en cambio, la marcha inversa es la “sinistrorsum” (“hacia la izquierda”), o polar (porque refleja el movimiento de las estrellas alrededor de la estrella polar). Estas marchas, a modo de Yin y Yang, además tienen un especial significado alquímico, la “sinistrorsum” es el "solve" de los alquimistas que dispersa las energías, en cambio la “dextrorsum”, es el “coagula" alquímico, la fuerza que se concentra para dar forma a la Piedra Filosofal, etapa final de esta lucha por el triunfo de las virtudes.

 De hecho, en la Fiesta que nos ocupa, el baile continúa con el cruce de los Pecados y las Virtudes, que se vuelven a chocar con sus respectivos elementos, varas y porras, en el centro del círculo; los pecados tientan a las virtudes y éstas, finalmente, consiguen triunfar; es el triunfo del alquimista.

¿Por qué siete Virtudes y siete Pecados?

Siete es la sumatoria del cuatro, que representa la Tierra, y el tres del equilibrio divino (tríada o trinidad). Uniendo ambos números, el siete re-liga (hace religión) entre lo que es arriba y lo que es abajo. Une al Hombre con su Creador. Siete es la unión en los Estados Superiores del Ser, por eso es el número divino que aparece en todas las Sagradas Escrituras.
Se lee en Mateo 18:21: "Entonces se acercó Pedro y le dijo: ‘Señor, ¿cuántas veces ha de pecar contra mí mi hermano y he de perdonarle yo? ¿Hasta siete veces?’. 22 Jesús le dijo: ‘No te digo: Hasta siete veces, sino: Hasta setenta y siete veces.’.
Siete es el número de san Juan Evangelista y san Juan Precursor. En algunas pinturas se ve a Juan Evangelista rodeado de siete formas de Iglesias. Son siete los misterios de que se rodean las verdades encerradas en el Libro Sagrado y siete son los dones del Espíritu Santo recibidos por medio del bautismo.
El septenario es también un número sagrado en la Kabalah, la tradición judaica. Siete son los días de la Creación: Él diseñó, produjo, y combinó, y formó con ellas los Planetas (astros), los siete planetas, las siete divinidades ligadas a ellos, los siete metales, los Días de la Semana, y las Puertas del alma (los orificios de percepción) en el Hombre. De éstas siete Él ha producido los Siete Cielos, las Siete Tierras, los Siete Sabats: por esta causa Él ha amado y bendito al número Siete.
Las siete letras dobles del alfabeto hebreo hacen referencia a la Creación del mundo (los siete astros son también mencionados en la Astronomía clásica, la doctrina aristotélica, tal como rescata el Dante en su Divina Comedia):
“Él produjo Beth, y la refirió a la Sabiduría; Él la coronó, combinó y formó con ella la Luna en el Universo; el primer día de la semana, y el ojo derecho del hombre.
Él produjo Gimel, y la refirió a la Salud; Él la coronó, combinó y formó con ella a Marte en el Universo; el segundo día de la semana y el oído derecho del hombre.
Él produjo Daleth, y la refirió a la Fertilidad; Él la coronó, combinó y formó con ella el Sol en el Universo; el tercer día de la semana, y la ventanilla nasal derecha del hombre.
Él produjo Kaph, y la refirió a la Vida; Él la coronó, combinó y formó con ella a Venus en el Universo, el cuarto día de la semana y el ojo izquierdo del hombre.
Él produjo Pe, y la refirió al Poder; Él la coronó, combinó y formó con ella a Mercurio en el Universo; el quinto día de la semana, y el oído izquierdo del hombre.
Él produjo Resh, y la refirió a la Paz; Él la coronó, combinó y formó con ella a Saturno en el Universo; el sexto día de la semana, y la ventanilla nasal izquierda del hombre.
Él produjo Tau, y la refirió a la Belleza; Él la coronó, combinó y formó con ella a Júpiter en el Universo; el Séptimo Día de la semana, y la boca del hombre.
Por estas siete Letras también fueron hechos siete mundos, siete cielos, siete tierras, siete desiertos, siete mares, siete ríos, siete días, siete semanas de Pascua (hebrea) a Pentecostés, y un Jubileo cada siete años. El Shavua (juramento) vincula todas la palabras homónimas (como shebat, en este caso “siete”) al origen bíblico del judaísmo; al pacto o juramento de Abraham. Esta continua alusión al número siete es la manera de retornar siempre al inicio de las cosas. La Menorah, lámpara de aceite de siete brazos del ritual judaico, representa los arbustos en llamas que vio Moisés en el Monte Sinaí, las siete luces (Éxodo 25).

La Kabalah dice que la “Tierra Santa” comprende siete tierras, y que esta Tierra es Canaan en la que había siete pueblos, lo cual es exacto en sentido literal y simbólico a la vez.
Son siete los candelabros de oro, y siete los sellos del Apocalipsis.
Siete años tardó Salomón en terminar su Templo (1 Reyes 6:37).

Y según afirma la doctora Annie Besant (teósofa inglesa 1847-1933) en su obra "La Doctrina Secreta", los triángulos del Sello de Salmón (hexagrama), con sus seis puntas y un séptimo punto en su centro,  aluden a las siete fuerzas de la naturaleza, los siete planos, los siete principios, etc. El doble triángulo es el perfecto siete porque su punto central es el germen de los seis. Corresponde a la estrella de siete puntas, a la conexión del triángulo y el cuadrado, por superposición de éste (cielo sobre la tierra) o por inscripción en su interior.

Siete son las notas musicales, siete las cuerdas del la lira de Apolo, los colores del arco iris, los Chakras del cuerpo, las maravillas del Mundo Antiguo, y los Infantes de Lara en las crónicas medievales.

El septenario, además, evoca “el Carro de David”, presente en el Tarot de Marsella, y asimilable a la constelación de la Osa Mayor u Orión,  cuyas siete estrellas principales insinúan un carro que los antiguos romanos identificaban con el nombre de bueyes (Septem Triones), de donde deriva el nombre de Septentrión, correspondiéndole uno de los puntos cardinales: el Norte. Es este Carro de David el que se transforma en el “Carro triunfal del Antimonio” (Currus triumphalis Antomonii) del gran alquimista Basilio Valentín. Y a su vez, este abad cisterciense hace su interpretación del Apocalipsis como una profecía ininterrumpida, cuan grandiosa visión, en la cual la historia de la Iglesia también queda subdividida en siete épocas (Septem specialia tempora), correspondientes a las siete partes del Apocalipsis, y en donde una octava, hace referencia a la glorificación de la Jerusalén Celeste.

Son siete los axiomas descriptos en el Kybalion, como base de las enseñanzas herméticas.
Siete son los grados en organizaciones iniciáticas como las de los nizaríes y templarios.
Se necesita siete maestros para que una Logia masónica sea considerada justa y perfecta.

1 comentario:

  1. Fantàstic, estimada amiga. Felicitacions!

    Margarida Valls i Pujol

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