La Iniciación hace que entendamos el verdadero sentido de la vida.
Las metas diarias (de destacarnos en el trabajo, en la sociedad,
en la profesión, en la crianza de la familia, etc.) son tan evanescentes como
el tiempo y el espacio en el que transcurren; por eso, a pesar de los buenos
desempeños, a menudo sentimos insatisfacción, miedo, angustia, nostalgia, culpa,
vulnerabilidad, sufrimiento…
Tarde o temprano padecemos esa falta de verdadera paz y felicidad
que tanto anhelamos tener cuando nos enfrentamos a este mundo que, claro está,
no es precisamente el Paraíso celestial.
Algunos filósofos y metafísicos supieron reconocer que estos sufrimientos
se diluyen con la Iniciación, con el trabajo en pos de religarnos con la
divinidad que nos insufla espíritu (vida), centro de equilibrio del que nos separamos
por vivir focalizados en lo social-material (cuando lo material y lo espiritual
deberían tratarse en forma consciente y simultánea).
La Iniciación es una toma de conciencia y trabajo gradual arduo (así
como no es fácil, los resultados tampoco están a la vista de quien no quiere
ver), demanda constancia y tiempo (incluso muchas vidas), pero es posible y se
disfruta en cada uno de sus pasos.
La reencarnación en este plano mundano no es más que un nuevo
ciclo que se nos abre para trabajar en el dominio de los egos, transmutación de
vicios y miserias y la sublimación de lo que quedó inconcluso en vidas
anteriores: lo que no quisimos ver en nosotros mismos.
Algunas pautas a seguir son dadas por autores como Rudolf Steiner
(“La Iniciación”) y René Guénon (Consideraciones sobre la Iniciación; Iniciación
y Realización Espiritual; etc.), entre otros.
Guénon sostiene que llevar una vida religiosa no es suficiente, pues
elegir un credo conlleva alimentar la fragmentación. Considerar nuestra
religión como la vía de salvación, fundamenta la idea de que quedan excluidos
quienes no comulguen con nuestra religión, y la clave del camino iniciático
está, precisamente, en reconocer que somos parte de un Todo y somos todos Uno.
Son obras para leer despacio, meditando (verbo de
la raíz indoeuropea “med” que significa “tomar medidas adecuadas”), analizando cada
párrafo, para que se puedan abrir nuevas puertas ante la hipocresía y la
vacuidad de los tiempos vividos.
La lectura cualitativa nos ayudaría a una revisión y rectificación
del camino a favor de nuestra alma, que es lo único que nos llevaremos de este
mundo terrenal.
La Iniciación, con verdadera toma de conciencia y trabajo
constante, lleva al alma (que es la tríada mente-corazón-obra; en otras
palabras, nuestro pensamiento, llevado a los sentimientos y exteriorizado en
nuestro quehacer diario) a religarse con la divinidad.
La Iniciación eleva el alma a estados superiores, desvaneciendo así
los sufrimientos, porque si bien el dolor es somático (del cuerpo), el
sufrimiento es psíquico (del alma).
Quien quiera ver, que vea.
Lic. Tamara Le Gorlois
Facebook: Tours Masónicos y Simbología
No hay comentarios.:
Publicar un comentario