La Masonería de Adopción dependía –como su nombre lo indica— de las Logias presididas por varones que establecían un tutor que controlaba sus trabajos. Se dedicaban básicamente a las obras filantrópicas que materializaban muchas veces proyectos madurados en las logias masculinas.
La primera Logia de adopción de la que se tiene conocimiento levantó columnas en París antes de la Revolución Francesa —el 21 de marzo de 1775—, recibiendo el nombre de El Candor. Uno de sus fundadores fue el marqués de Saisseval y fue presidida en 1778, por el duque y la duquesa de Chartres.
Entonces las iniciadas eran admitidas bajo el título de hermanas de adopción, y el ritual y formulario eran recogidos por el Gran Oriente de Francia (1774).
Entre las Logias que cumplían con los ritos de adopción, fueron dadas a conocer la Orden de los Cortadores; Logia San Antonio (París 1775), presidida por la duquesa de Borbón; Contrato Social, presidida por la princesa Lamballe; y Des Neuf Sœurs (Nueve Hermanas, en alusión a las nueve musas).
La emperatriz Josefina fue Gran Maestra en 1805.
Des Neuf Sœurs fue creada por idea de Anne-Catherine de Ligniville, Madame Helvétius (1722 –1800), quien se había desposado con el filósofo francés Claude-Adrien Helvétius (1715 – 1771) en 1751, amasando juntos una fortuna que mantuvo el salón literario de Madame Helvétius por casi cinco décadas.
Fueron habitués de este salón, el escultor Jean-Antoine Houdon, y escritores como Duclos, Fontenelle, Julie de Lespinasse y Suzanne Necker, Diderot, Chamfort, Saint-Lambert, Marmontel, Roucher, Saurin, André Chénier y Volney. Pensadores como Condorcet, d’Holbach, Destutt de Tracy, Buffon, Condillac, Turgot, los abates Sieyès, Raynal, Galiani, Beccaria, y Morellet. También estuvieron presentes los científicos d’Alembert, Lavoisier, Cuvier y Cabanis. No faltaron Charles-Joseph Panckoucke, François-Ambroise Didot, Malesherbes, Talleyrand, Madame Roland y su esposo Roland de la Platière, Mirabeau, Pierre Daunou, Nicolas Bergasse, Garat, Napoléon Bonaparte, Thomas Jefferson, y el mismo Benjamin Franklin a partir de 1776 (quien le propuso matrimonio a Mme. Helvétius –ya viuda—, propuesta que ella rechazó por devoción a su difunto esposo).
Este salón literario fue el germen de la Logia Nueve Hermanas.
Al fallecer en 1771, Claude Helvétius no pudo ver la instalación de la Logia, que realizaron en 1776 Joseph de Lalande (quien fue su primer presidente) y el abate Cordier de Saint-Fermin (luego padrino de Voltaire).
La Logia tuvo su sede en un antiguo noviciado jesuita, y como era de esperar, por su templo pasaba lo más selecto de la intelectualidad y la política francesa. Fue uno de sus visitantes más asiduos, el marqués de Lafayette (francmasón, prometedor oficial del ejército francés, y destacado en la guerra de independencia americana).
En 1776 los americanos se hicieron representar por Benjamín Franklin para solicitar ayuda económica y militar a Francia. Ya en París Franklin se incorporó a la Logia Nueve Hermanas, donde ocupó la Veneratura en 1777, y en 1778 colaboró en la iniciación del mismísimo Voltaire.
En 1776, también partía Lafayette a tierras americanas para luchar en la revolución.
Nueve Hermanas fue sin dudas el centro de las actividades que marcaron los primeros años de la Revolución Francesa en 1789, en donde los masones Marat y Danton eran figuras clave. No se encuentra documentación sobre la iniciación de Robespierre, sin embargo, muchos de los conceptos que Robespierre incorporó a la base ideológica de la Revolución Francesa (como el culto a Isis, al Ser Supremo y a la Razón), son de reminiscencia masónica.
Su Reglamento Interior tenía algunas particularidades:
La ausencia de tres tenidas consecutivas, conllevaba automáticamente el cambio de un oficial de la Logia.
Los neófitos eran cooptados y sometidos a los tres aplomos reglamentarios, pero tres bolas negras (en una logia de 80 masones) bastaban para rechazar su candidatura.
Todo profano propuesto debía tener y demostrar previamente en forma pública, suficiente talento y dominio de las Artes Liberales.
Si el nuevo aprendiz daba problemas en su integración, el padrino y los tres encuestadores eran sancionados con cinco meses de suspensión masónica.
La Logia tenía un juramento diferente del resto de las Logias del Gran Oriente de Francia. Estimaban que una promesa era suficiente y se comprometían en ella, entre otras cosas, a socorrer siempre a la Humanidad, no decir, escribir o hacer en Logia nada en contra de la religión, las tradiciones, o el Estado. Se prometía esforzarse para la gloria y la prosperidad de la Logia.
Además de su prestigio intelectual, la Logia no descuidaba la filantropía. Cada año se aportaba el dinero suficiente para que tres niños pobres pudieran continuar con sus estudios. También financiaban a médicos, principalmente cirujanos, y abogados para que pudieran asistir gratuitamente a las personas necesitadas.
En precisamente en la Logia Nueve Hermanas que fue iniciado François-Marie Arouet de Voltaire (1694-1778), poco antes de cumplir la edad de ochenta y cuatro años.
Previamente Voltaire había llevado una vida donde no pocas veces maltrató a la Masonería, sin tener mayores conocimientos sobre los principios de la Orden.
En su Diccionario Filosófico la describió con sarcasmos e ironías. Pero con el tiempo fue corroborando que la Masonería francesa luchaba desde su corte liberal contra el fanatismo, la tiranía, la ignorancia y la superstición, al igual que él.
Ya había pasado 20 años en Ferney cuando octogenario decidió poner en escena parisiense su nueva tragedia: Irene.
A pesar de la extremada popularidad que el filósofo tenía en toda Europa, la hostilidad clerical buscaba expulsarlo. Aún así pudo regresar a París en febrero de 1778 alojándose en la mansión del marqués de la Villette, miembro de la Logia Nueve Hermanas. Allí se sorprendió al descubrir que muchos ideólogos con los cuales compartía una gran empatía, eran todos miembros de la Masonería, y se valían de ella para propagar sus ideas. Efectivamente, sus congéneres más allegados eran miembros de la Logia Des Neuf Sœurs: Benjamin Franklin (impresor, físico y legislador), Joseph Lalande (gran astrónomo), Antoine Court-de Gebelin (teólogo y tarotista), Nicolas Bricaire de La Dixmerie y el abate Cordier de Saint Fermin, ambos conspicuos literarios.
Fueron ellos quienes lo indujeron a la Iniciación. A pesar de que algunos historiadores le adjudicaban a Voltaire una iniciación en Inglaterra en la década de 1760, se pudo corroborar que recibió la Luz en la Logia Nueve Hermanas el martes 7 de abril de 1778. El espíritu filosófico de la Logia y Voltaire eran muy afines, a favor de la libertad de expresión, contra la intolerancia. Además, para esta Logia dedicada al cultivo de las Artes Liberales, la integración de Voltaire significaba una verdadera consagración.
En aquellos años, un gran número de masones eran fervorosos católicos, y estaban en las antípodas de la obra del filósofo y de su posición anticlerical. Aún así, en marzo de ese año, una delegación de unos cuarenta masones fue a rendirle homenaje y proponerle la Iniciación masónica. Voltaire aceptó de buen grado su Iniciación y los reconocimientos académicos organizados en su honor,
Las condiciones de Iniciación fueron bastante particulares: considerando la edad y el estado de salud del neófito, se suprimieron las pruebas físicas porque ya todos conocían su profundidad filosófica compartida con los principios de la Orden. No se le cubrieron los ojos y fue dispensado de los viajes (apenas una cortina negra ocultaba el Oriente).
Apadrinado por el abate Cordier de Saint-Fermin, ambos fueron recibidos en el pórtico por los masones Remy, Mercier, Meslay, Lort, Bignon, Fabrony, Dufresne y luego fue introducido por el caballero de Willars.
Lalande presidía la Logia; y Voltaire se apoyaba en los brazos de Franklin y de Court de Gebelin, siguiéndoles el caballero de Cubieres.
Al ser interrogado sobre filosofía y moral, los presentes no pudieron disimular su admiración. Uno de los presentes agregó: “La lección es para nosotros, no para él”.
Al momento de entregarle las insignias, Lalande Venerable Maestro le entregó el mandil que había usado el maestro fundador Helvetius, amigo personal de Voltaire, quien lo estrechó y besó con emoción antes de colocárselo. Entregar un mandil de maestro a un aprendiz fue una sorprendente excepción, pero una acertada forma de homenajear a unísono, a los dos amigos, ilustres masones.
Lalande continuó con su pregunta:
-¿Qué ciudadano ha servido mejor a la patria iluminando sus deberes y sus verdaderos intereses enfrentándose al fanatismo y a la superstición ridícula?
Cordier de Saint Firmin ocupaba el sitial del Orador:
El masón triunfa hoy. Si él recibe de nosotros la Luz, el mundo la recibirá de él.
La dicha y honra que significaba tenerlo en la Logia no duró ni dos meses: su paso al Oriente Eterno era inminente. Falleció el 30 de mayo de ese año, y tuvo su ceremonia fúnebre masónica el 28 de noviembre, en la misma Logia donde se inició. Hecho también excepcional considerando que los miembros de la Academia Francesa acostumbraban hacer estas ceremonias a sus miembros en un lugar tradicional.
Lalande, así como había presidido el rito de Iniciación, también presidió la Tenida fúnebre, la cual fue precedida de otra Tenida en la cual se procedió a iniciar a seis neófitos, entre los cuales estaba el pintor Jean-Baptiste Greuze.
Luego de la Tenida el Taller ser reunió en una sala inmensa cubierta de veladuras negras, donde se realizó el elogio fúnebre.
Los hermanos Franklin y el conde Strogonof oficiaban de Vigilantes, y Lechangeux de Orador.
Los mejores músicos parisienses componían la orquesta que desde una tribuna deleitaba a la concurrencia en aquel banquete de doscientas personas, entre las cuales se destacaban dos mujeres: Mme. Denis (sobrina del filósofo) y la marquesa de Villete (en cuya casa falleció). La marquesa había sido conducida por el marqués de Villevielle (también masón).
Entre las columnas se presentaban todas las obras del filósofo y se leían algunos párrafos suyos en los velos de la sala. En el medio, el cenotafio coronado por un piramidión estaba escoltado por 27 masones, espada en mano, sin guantes. Se pronunciados varios discursos entre los cuales fue apoteótico el elogio fúnebre escrito por el masón Nicolas de La Dixmerie, “Trazado de arquitectura” que duró más de dos horas, por lo que fue amenizado por fragmentos musicales.
El poeta Rocher recitó un extracto de la obra de Voltaire “Les Mois” concluyendo con un epitafio:
La ceniza de Voltaire, es venerada en todo lugar.
Hace de todos los lugares una tierra sagrada.
Donde reposa un gran hombre, un Dios debe habitar.
Tras los discursos se oyó un ruido un trueno y se iluminó la sala. La pirámide del cenotafio descendió para ser reemplazada por un gran cuadro, “La apoteosis de Voltaire”, del pintor masón Gajet miembro de la Logia.
El 10 de julio de 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón de París.
Estuvieron afiliados a esta Logia:
• Antoine Court de Gébelin (1725-1784)
• Augustin Pajou (1730 - 1809)
• Benjamin Franklin (1706-1790)
• Bernard Germain de Lacépède (1756-1825)
• Camille Desmoulins (1760-1794)
• Carle Vernet (1758-1835)
• Dominique Joseph Garat (1749-1833)
• Emmanuel de Pastoret (1755-1840)
• Emmanuel Joseph Sieyès (1748-1836)
• François de Neufchâteau (1750-1828)
• Jacques Montgolfier (1745-1799)
• Jean-Antoine Houdon (1741-1828)
• Jean-Baptiste Greuze (1725-1805)
• Jean-François Marmontel (1723-1799)
• Jean-Nicolas Démeunier (1751-1814)
• Jérôme-Pélagie Masson de Meslay (1742-1798)
• John Paul Jones (1747-1792)
• Joseph Bologne de Saint-George, dit le chevalier de Saint-George (1745?-1799)
• Joseph Ignace Guillotin (1738-1794)
• Joseph Jérôme Lefrançois de Lalande (1732-1807)
• Louis de Fontanes (1757-1821)
• Niccolò Vito Piccinni (1728-1800)
• Nicolas Bricaire de la Dixmerie (1731?-1791)
• Nicolas Dalayrac (1753-1809)
• Nicolas Roze (1745-1819)
• Pascal de Paoli(1725-1807)
• Pierre Jean Georges Cabanis (1757-1808)
• Pierre-Louis Guinguené (1748-1815)
• Sébastien-Roch Nicolas de Chamfort (1741-1794)
• Voltaire (1694-1778)
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