En septiembre 2010, el coche N° 10 cumple 97 años y los recibe con la misma imagen con la que llegó a Buenos Aires, procedente de la pintoresca ciudad belga de Brujas, cuando nuestro país inauguraba la primera línea de trenes subterráneos de América latina. Ya fue restaurado en su parte exterior y luce el color original de 1930.
Con los planos originales, se realizan todas las cirugías para que recobre su esplendor: grandes ventanas de madera lustrada, manijas de bronce, espejos biselados y las dos cabinas para los conductores.
El abandono quedó atrás, cuando en agosto pasado Metrovías decidió restaurar el N° 10 y devolverlo al estado que tenía cuando llegó al país desde la fábrica belga de Bruegeoise, en la segunda década del siglo pasado. Este coche había rodado por más de 80 años en la línea A de subterráneos, pero en 1994 fue retirado del servicio, sin saberse los motivos.
El destino final del N° 10 fue uno de los galpones del taller Lynch, del ferrocarril Urquiza, hasta que hace diez meses regresó al taller Polvorín, en el barrio de Caballito. Justamente allí, hace muchos años, se lo había modificado para que prestara mejor servicio.
En el centenario taller Polvorín, en Emilio Mitre y Pedro Goyena, varios operarios trabajan con esmero para que el coche N° 10 vuelva a ser el mismo de antes y regrese a los rieles para recorrer, en ocasiones especiales, la traza de la línea A.
"Es muy costoso llevar adelante un proyecto así. Uno sabe cuándo arranca, pero no sabe cuándo termina. Hasta que no ponés el último tornillo en su lugar no sabés con qué desafío nuevo te vas a encontrar", aseguró Pablo Piserchia, el encargado del equipo que debe restaurar el N° 10. "Todas las modificaciones que se hicieron a los coches -agregó- fueron en este taller, y ahora en este mismo taller vamos a restaurar el coche."
Los 130 trabajadores del Polvorín muestran orgullosos y sonrientes el fruto del trabajo que llevan adelante unos pocos privilegiados. "Tuvimos que hacer todo un acopio de material, reciclarlo y restaurar. Todo eso es una larga labor que realizamos entre diez operarios de diferentes sectores que trabajamos acá desde hace muchos años", explicó Piserchia.
"La idea es restaurarlo sobre la base de los planos originales. Lo que vamos a hacer es llevarlo al estado que tenía en 1930, cuando se le agregaron dos cabinas de conducción."
El operario explicó que se eligió ese coche porque estaba parado y porque era el más completo de los que estaban fuera de servicio.
"El mayor problema es que hoy casi no hay artesanos que trabajen el bronce y otros metales como antes. Nos costó buscar modelos de tulipas que estuvieran en buen estado y que nos sirvieran como guía para hacer las nuevas que necesita este coche", se lamentó Piserchia.
Igual situación se presentó con los herrajes de las puertas que originariamente eran de chapón de bronce cromado. Las réplicas, que ya fueron colocadas, lucen el mismo brillo que aquellas que llegaron desde Brujas hace 97 años.
"Con el trabajo diario -añadió Piserchia- descubrimos el porqué de la forma, el diseño estructural y los detalles. Por ejemplo entendimos la razón de ese tipo de manijas, que las tulipas fueran de bronce y no de otro material, etcétera. La respuesta era que por entonces tomaban decisiones prácticas, pero siempre con un toque artístico."
"Por ejemplo, sobre las tulipas de vidrio esmerilado había flores talladas; también, en los laterales del coche había detalles sobre el metal que no están pintados, sino que están en relieve, lo que implica una gran tarea artesanal."
"Nos hemos encontrando con tropiezos durante la restauración. Por ejemplo, las puertas eran de diferentes tamaños, por lo que tuvimos que buscar las que fueran iguales y restaurarlas", dijo Piserchia.
La fecha en que volverá a circular el coche N° 10 será antes de fin de año; ése es el anhelo de los trabajadores que, antes de finalizar la entrevista, aseguraron: "Queremos dejar para las futuras generaciones un coche igual como en el que viajaron nuestros abuelos".
José María Costa
LA NACION
Junio 2010
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