Guía de museo, una profesión exigente

En los últimos tiempos, más gente se acerca a las exposiciones dispuesta a preguntar y a tratar de entender qué mira.

En medio de los artistas, las obras y los curadores, el guía de museo cobra cada vez más importancia al tener que interactuar con una gran variedad de públicos a quienes informa y también hace reflexionar, a través de conocimientos específicos que renueva para cada ocasión.

Así, en una época en la cual el público no duda en acercarse a los museos, el guía debe interactuar con niños pequeños, público especializado, alumnos de los distintos niveles de enseñanza, adultos en general y personas con capacidades diferentes. Además, a diferencia de otras épocas en que lo importante era sólo transmitir información, ahora también importa que el guía incentive la reflexión y el debate.

A pesar de tratarse de personas que tienen conocimientos específicos sobre artes visuales, los guías deben preparar con tiempo y dedicación cada visita propuesta junto con los curadores y otros especialistas.

Del total de visitantes que el año pasado recibió el Museo Nacional de Bellas Artes, un poco más de un millón, más de 31.000 asistieron a visitas guiadas. Esta institución tiene entre su personal nueve guías en forma permanente, que dan a conocer el patrimonio del museo a los distintos públicos y también las exposiciones temporarias.

"La gente necesita muchas veces del guía de visitantes para poder acercarse a las obras; el público que entra en un museo no tiene por qué ser profesional. La gente participa, consulta, charla con el guía, hay un ida y vuelta. Y participa todavía un poco más en las muestras de arte contemporáneo, a pesar de que les puede costar acercarse a algunas obras.

Para Corsani, quien también es historiadora del arte, las visitas guiadas son más importantes que en otras épocas, porque el arte y los museos ocupan un lugar destacado y la gente accede a las actividades culturales con más facilidad. En el Bellas Artes, se hacen tres visitas diarias de martes a domingo -en el verano- y, en el resto del año, los fines de semana hay una para niños los sábados, además de dos por día para público en general de martes a domingo. Y no hay que olvidar las visitas escolares para todos los niveles educativos.

Variedad de formatos
Diana Wechsler, doctora en historia del arte, consideró: "Lo mejor que ha pasado en los últimos tiempos es la variedad de formatos de guía que han desarrollado los museos y los centros culturales". Indicó que se trata de un factor "dinamizador de las exposiciones", y que, una vez que se abre la muestra, "el proceso de circulación de los saberes queda a cargo del guía que está en el día tras día con el público".

El Museo Sívori hace diez años que ofrece un curso gratuito de guías que cuenta con un importante reconocimiento. Se cursa una vez por semana durante dos cuatrimestres y tiene un cupo limitado de 30 personas por año, por lo cual se hace una selección de acuerdo con el orden de inscripción y con los conocimientos previos que se tengan de historia del arte. Desde que se inició, la demanda del curso fue creciente.

"La idea es tratar de que sea un curso para que se vuelvan a pensar las cosas, para generar preguntas acerca del arte, de por qué hay que mostrarle a alguien un trabajo vinculado con las artes visuales o por qué hay que guiar. No es un adiestramiento, sino que se trata de hacer preguntas que tienen que ver con la psicología y con la filosofía", contó Héctor Destéfanis, creador del curso y quien lo dicta.

Destéfanis, que es artista, consideró que la gente durante las visitas pregunta y tiene mucho interés. En el Sívori, hay cuatro guías permanentes y un grupo de entre diez y doce que depende de las necesidades de cada momento. Los alumnos que van al curso hacen su práctica durante ese año en el mismo museo.

A pesar de ser una actividad que requiere de conocimientos específicos, no siempre está bien remunerada. Un guía que trabaja de forma independiente, es decir, que no es personal estable de ninguna institución, puede cobrar unos $ 10 la hora, que es el tiempo que suele durar una visita.

A Marcos Krämer le falta poco para terminar la licenciatura en historia del arte en la Universidad de Buenos Aires y el año pasado hizo el curso de guía en el Sívori. "Lo hice con la idea de poner en práctica lo que aprendo en la universidad en este aspecto, que es el de interactuar con gente que, tal vez, no esté tan interiorizada en las artes plásticas, y es muy fructífero", expresó el joven que considera que, en general, están poco difundidas las visitas que ofrecen los museos.

Contó que al guiar busca establecer una conversación con el público, en la cual hace hincapié en que las preguntas que él formula puedan ser respondidas desde las distintas visiones de cada persona, de manera de que se establezca una relación directa entre cada visitante y la obra.

"Educadores de sala"

La Fundación Proa ofrece una modalidad un tanto distinta a quienes se acercan a ver sus muestras temporarias, bajo la figura de "educadores de sala", que cumplen tanto la función de cuidar las salas como la de responder inquietudes del público y hacer las visitas guiadas.

El visitante que llega en un horario en el que no hay una visita guiada puede interactuar con los educadores. "Pensamos que incluso el hecho de decirle a una persona que no puede tocar una obra puede disparar una situación de diálogo", contó Paulina Guarnieri, que dirige el departamento de educación de Proa.

En cuanto a las visitas guiadas, Proa propone que sean muy participativas y que se trabaje a partir de las ideas y de las percepciones que trae el público. La muestra El Tiempo del Arte, que se expuso hasta hace pocos días en esta institución, fue vista por 16.200 personas, de las cuales 4950 participaron de visitas guiadas, cuyo objetivo final es que cada visitante se lleve herramientas que le sirvan en situaciones futuras.

Laura Casanovas
La Nación, 25 de enero 2010.

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