Turismo ecológico
El perfil de los ecoviajeros y las certificaciones y estrategias para reducir el impacto del turismo en el medio ambiente.
Por María Teresa Morresi
Los viajeros responsables empiezan a poblar este planeta de salud sensible. Con los ojos sutiles, despiertos, a la hora de elegir destinos averiguan cuál es el impacto que produce la actividad turística en el ambiente, en los pueblos, en las ciudades y su gente. Quieren saber si los hoteles reciclan sus residuos, con qué materiales construyeron los edificios, de dónde provienen los mismos y qué estrategia aplican para reducir el consumo de energía y de agua. Averiguan también cómo se evita que la gente que transita por el lugar dañe los ecosistemas y de qué manera se cuidan los recursos naturales.
Los viajeros responsables no sólo se preocupan por la fauna y la flora, sino también por la importancia y oportunidades que se les da a los habitantes locales. En definitiva, ponen la lupa para proteger la delicada trama de la vida en la tierra.
Los ecoviajeros, junto a la toma de conciencia de los empresarios turísticos acerca de la voraz destrucción que puede causar el ingreso ilimitado de personas a un destino, y la falta de aplicación de gestiones ambientales, dieron vida a las ecolabelling. Se trata de sellos que certifican e informan sobre las estrategias que implementan las compañías hoteleras, los municipios, los gobiernos y los operadores para que la actividad sea económica, social y ambientalmente sostenible.
La Rainforest Alliance, junto a conservacionistas de Ecuador, creó la certificación Viajero Talentoso (Smart Voyager), que se otorga tanto a las embarcaciones que navegan alrededor de las islas Galápagos indicando que no contaminan el agua, como a hoteles americanos que aplican normativas ambientales. Reconocido por la UNESCO en 2002 como sistema que podría implementarse en los patrimonios naturales de la humanidad, Smart Voyager es miembro fundador de la Red de Certificación de Turismo Sostenible de las Américas.
El programa Smart intenta que el concepto de sostenibilidad baje a la práctica con la finalidad de mejorar la forma en la que se relaciona la actividad turística con su entorno. Contempla rigurosas reglamentaciones que, cumplidas, garantizan una merma en los impactos que el turismo puede producir en el hábitat, asegura beneficios a la población, y promueve que los visitantes participen protegiendo los recursos naturales.
Entre las pioneras se destaca Green Globe (GG). Normas tipo ISO para el turismo, iniciativa independiente que apoyan cerca de 30 organizaciones industriales y gubernamentales. Siguen las recomendaciones de la Agenda 21, documento de la Cumbre de la Tierra que tuvo lugar en Río de Janeiro. A esta certificación acceden empresas del sector que cumplen con esos criterios. Con GG además se certifican comunidades beneficiadas por las actividades del ecoturismo, cuando hacen un uso sostenible del hábitat y otros proyectos, como puede ser el creado en la ciudad de Melbourne, Australia, con la idea de disminuir el consumo energético y la producción de residuos.
Uno de los hoteles que tiene la Green Globe 21 es The Lodge at Chaa Creek de Belice, un sueño para conectarse con el alma y los sonidos de la foresta, ya que está en el medio de la selva. Está formado por cabañas de madera y paja enclavadas en una reserva de bosque que fue finalista del premio Tourism for tomorrow en 2006. Enigmático por su ubicación, en la lista aparece el Mocking Bird Hill de Puerto Antonio, Jamaica, un paraíso de biodiversidad al pie de las montañas.
La certificación se entrega incluso a operadores turísticos. La firma Wanamei de Perú, propiedad de ocho comunidades de la Reserva Amarakaeri —400 mil hectáreas de selva virgen— situada en la reserva de biosfera Manu, es un lugar especial certificado. Los equipos organizan excursiones por territorios de las tribus Harakmbut, Yine y Matsiguenga que viven en las orillas del Río Madre de Dios, lo navegan y transitan por viejos senderos y antiguas rutas de caza. De noche, descansan en bolsas de dormir, aprenden leyendas y costumbres.
Interesante es también la Certificación para la Sostenibilidad Turística (CST) del Instituto de Turismo de Costa Rica. La CST considera cinco niveles de sostenibilidad, identificados por un logo que reemplaza a las tradicionales estrellas por hojas. Lo tiene la bella Finca Rosa Blanca, en Santa Bárbara de Heredia. Inspirado en Gaudi, cuenta con un sistema de reciclaje de residuos que los transforma en fertilizantes para las plantaciones de café.
La Asociación Biohoteles de Austria, que certifica en varias naciones de la Unión Europea, cuenta con el respaldo de la delegación alemana Amigos de la Tierra. En España, ostenta este sello bio el hotel Venus Albir, a pocos metros de la playa de Albir en L'Alfás del Pí, sobre el Mediterráneo. Su diseño aplica los principios de la geobioconstrucción, que emplea materiales autóctonos del lugar con métodos que no afectan el ambiente. En el Venus Albir el agua se calienta con colectores solares, las sábanas son de algodón ecológico y el restaurante utiliza vegetales cultivados sin productos químicos.
La etiqueta Ecotel, cuyo logo es un globo terráqueo, rige desde 1994. Tiene una colección de más de 100 establecimientos, entre los que se encuentran hoteles y resorts que incorporan el concepto de responsabilidad medioambiental y deben pasar la inspección del Rocky Mountain Institute de Aspen, Colorado, Estados Unidos.
El primero en recibirla fue el New York Vista Hotel. Otros del grupo son The Orchid Hotel de Mumbai, India, y el Hilton Tokyo Bay.
La ecoetiqueta cubre un amplio rango de exigencias.
Los australianos marchan hacia las certificaciones propias y aparecen las especializadas: Bandera Azul para playas y marinas. Se otorga a través de la Fundación para la Educación Ambiental, ONG que distingue a quienes promueven la limpieza de las playas.
Los campos de golf no son ajenos a la tendencia. De ellos se ocupan Commited to Green y Golf Enviromnent Europe.
Fenómeno del tercer milenio, a juzgar por la proliferación de sellos y normativas, la conciencia por proteger el mundo parece no admitir la indiferencia.
Que tal Bariloche..?
ResponderBorrarBeso.