Lic. Tamara Le Gorlois
Foto: el hombre de la iglesia de Sant Quirze, en
Pedret, Barcelona
(pintura mural del siglo X)
En la Edad Media, el hombre ya era considerado un
microcosmos que, inspirado en el Cosmos, debía aspirar a la perfección.
El arquitecto romano Vitrubio (siglo I a. C.), en su De
Architectura, graficó la relación entre el hombre y las leyes de la perfección
geométrica (proporción áurea): "En un hombre tendido en decúbito supino
con las manos y los pies extendidos, si se tomase como centro el ombligo,
trazando con el compás un círculo, éste tocaría con ambas manos y los pies y se
adaptaría el círculo a la figura y si se toma la distancia de los pies a la
cabeza y se confronta a los brazos extendidos la anchura y la altura son
iguales, resultando un cuadrado perfecto".
San Isidro y santo Tomás, como otros seguidores de la
filosofía clásica –y sobre todo la aristotélica– la perfección de la esfera es
imagen del macrocosmos (Divinidad) y la del cuadrado o cubo del microcosmos
(Hombre).
El "hombre de San Quirze" de Pedret, Barcelona,
del siglo X, es un dibujo simple, como su cromatismo, donde el negro, ocre (que
en realidad en su origen fue blanco) y rojo corresponden al nigredo, albedo y
rubedo respectivamente, colores que simbolizan las diferentes etapas del
proceso alquímico.
La composición resume a Cristo (alquimista) cuan ave fénix
que se coloca sobre el ara de las ramas secas. Suscita por sí sólo el fuego y
se deja quemar para resurgir al tercer día de las cenizas y transmutarse en
águila que alza el vuelo y regresa al lugar de origen (Cielos). El círculo es
el macrocosmos en el que se circunscribe el hombre perfecto, correcto, Cristo o
alquimista con sus brazos y piernas extendidos señalando con sus miembros los
inasibles vértices del Universo.
Fuente: Edad Media, Historia Universal del Arte, cap IV,
tomo IV, de José Milicua
No hay comentarios.:
Publicar un comentario