Procrastinación o "síndrome del estudiante"

Lic. Tamara Le Gorlois.

La procrastinación (del latín: pro, adelante, y crastinus, relativo al futuro) o posposición, es el hábito o la acción de postergar situaciones o actividades que deben atenderse, sustituyéndolas por otras más irrelevantes y/o agradables. Es también llamado "síndrome del estudiante" por el hecho de que muchos alumnos posponen la presentación de sus trabajos hasta el momento límite de entrega o postergan sistemáticamente la preparación de sus exámenes.

Es un trastorno del comportamiento que se manifiesta en forma de ansiedad o frustración ante acciones físicas o intelectuales (frente a actos que requieren un trabajo exigido); dejando tareas pendientes de comenzar o concluir. El acto que se pospone puede ser percibido como desafiante, difícil, inquietante, peligroso, abrumador, tedioso o aburrido (es, en definitiva, estresante), por lo que se autojustifica su postergación a un futuro sine die idealizado, supeditando lo importante a lo urgente.

También puede ser un síntoma de algún trastorno psicológico, como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad).

Se evade la responsabilidad posponiendo tareas (por evasión o por indecisión), a la vez que se genera una dependencia a actividades ajenas al cometido, como navegar en Internet (ciberadicción), participar de redes sociales (Facebook, Twitter), leer libros, tener adicción al sexo, a juegos virtuales, a salir de compras, a ver televisión, a dormir, comer compulsivamente o dejarse absorber en exceso por la rutina laboral (sobre todo en forma colapsada y/o desordenada), entre otras actividades, como pretexto para evadir alguna responsabilidad, acción o decisión.

William Knaus, en su publicación "superar el hábito de posponer" las determina como:

Creencias irracionales: están basadas en una propia subestimación, autoduda, baja autoestima que hace verse a uno mismo como inadecuado o incompetente. El mundo se ve con demasiadas exigencias y uno se siente incapaz de superarlas (baja tolerancia a la tensión). Suele acompañarse de un estado depresivo. Quien lo padece, por no sentirse preparado, manifiesta una conducta evasiva –esperando que todo se resuelva mágicamente por sí solo– aduciendo que lo hará después "... en cuanto tenga tiempo".

La autoduda es un proceso autodestructivo y, paradojalmente, quien lo padece define sus conducta como adecuada. Por ejemplo, al decir: "Yo soy muy lento para escribir", está dando por sobre aviso (justificando) que por ser muy lento para escribir; y siendo que no obstante tiene que redactar un informe, se va a poner tenso, y muy probablemente lo postergue diciéndose: "Como soy muy lento, mejor lo hago mañana". En otras palabras se justificaría con la frase: “Todo lo que yo haga, tiene que ser en forma fácil y de excelente calidad" (sino, definitivamente se postergará).

Perfeccionismo extremo y/o miedo al fracaso: quien pospone o procrastina una decisión justifica un resultado final por falta de tiempo. Con la excusa de la postergación se elude el miedo al fracaso en tareas donde no hay garantías de éxito. Son personas perfeccionistas y autoexigentes, que se marcan metas poco realistas. Se manifiesta, por ejemplo, no atendiendo una llamada o una cita donde se debería tomar una decisión.

Ansiedad y catastrofismo: el acumulo del trabajo supone un acumulo correlativo del nivel de ansiedad. La dificultad para tomar decisiones y la búsqueda de garantías de éxito antes de iniciar una tarea provoca sentimientos catastrofistas, provocando sentimientos de saturación y posición indefensa. Pueden sentir autocompasión de sí mismo, escudándose en que no son personas aptas para las exigencias del mundo que les toca vivir.

Rabia e Impaciencia: las exigencias desmesuradas y
el catastrofismo provocan también rabia e impaciencia. Surgen ideas como “yo debería ser capaz de realizar esto solo” "¡qué idiota que soy!" o "¡no puedo tolerar esta ansiedad!”. Son perfeccionistas que al no cumplir con sus metas se manifiestan agresivas consigo mismos. Terminan atrapadas en un círculo de enfado-rebelión que empeora su rendimiento.

Necesidad de “sentirse querido”: el deseo de realizar tareas en base a la recompensa en forma de amor o aceptación de los demás (lo cual procura en su ámbito laboral o con mayor frecuencia –para tener una respuesta inmediata a su ansiedad– en las redes sociales). La creencia que subyace es: "todos debería amarme para poder amarme a mí mismo". Basa su valía como persona en la aceptación y atención recibida. Si se les recompensa con sus demandas implícitas se sienten fuertes psicológicamente y por el contrario se sienten inválidas cuando no obtienen lo que desean. Por ese motivo estas personas aceptan todo tipo de demandas de los demás con el fin de agradar.

Sentirse “saturado”: el trabajo se acumula; uno se ve incapaz de establecer prioridades, y esto provoca sentimientos de ansiedad, saturación, estrés, angustia, indecisión, impotencia, inmovilización y fracaso, lo que cierra un ciclo vicioso del que no se puede escapar.

Asimismo, se alimenta la procrastinación con la acumulación de muchas opciones, tomando como excusa no poder decidirse por alguna acción concreta.

Los patrones de procrastinación son de dos categorías que suelen superponerse: las funciones de mantenimiento y las de autodesarrollo.

La primera posterga cotidianamente rutinas como: limpiar la casa, regar el jardín, presentar declaraciones de impuestos a último momento; o pagar los mismos u otras cuentas en fechas límites, saturando bancos o reparticiones públicas.

Junto a esto la persona acumula sentimientos de ineficiencia personal por la sensación de vivir en forma desorganizada.

En la procrastinación de autodesarrollo, la persona dilata la solución de problemas personales: como fumar en exceso, acabar con una relación sentimental destructiva (o decidirse por vivir una positiva), impedir el abuso o el mal trato por parte de otro…

Posterga actividades recreativas en su tiempo libre: ir al cine, tomarse vacaciones, hacer vida social, jugar con sus hijos.

Retrasa la decisión de mejorar profesionalmente al no hacer cursos de perfeccionamiento, o al no afrontar mayores desafíos; no cambia su rutina de trabajo ni toma riesgos.

Cuando se presenta este patrón de conducta, el individuo se siente paralizado o marcando el paso.

Quienes padecen este problema pueden ser procrastinadores eventuales o procrastinadores crónicos (estos últimos delatan asiduamente los trastornos antes mencionados).

Es, en definitiva, un problema de autorregulación y de organización del tiempo.

Su solución se lograría con una adecuada organización del tiempo, concentrándose en realizar las tareas importantes que tienen un plazo de finalización más cercano.

 Tratamiento:

Hay propuestas de tratamiento para este tipo de problemas (terapia cognitivo-conductual, que incluye, por ejemplo, la aplicación en la propia computadora de opciones de bloqueo voluntario al acceso a las páginas adictivas (de pornografía, Facebook, etc.).
Otros métodos eficaces son los talleres de autoconocimiento, y sobre todo, el trabajo sobre la Ley de la Atracción (leer el libro"The secret", también disponible en película documental).

"No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" se traduce en otro dicho anglosajón que se dice: "La procrastinación es el ladrón del tiempo".

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