El Clasicismo o Academicismo francés del siglo XVIII en Buenos Aires

El gobierno argentino se adhirió a esta arquitectura porque resolvía exigencias de monumentalidad e ideales estéticos.
Entre los bellos exponentes de la cultura francesa en la Ciudad de Buenos Aires podemos mencionar:

Aduana, Azopardo y Av. Espora.
Centro Naval, Florida 801.
Colegio Nacional Buenos Aires, Bolívar 263.
Cúpula, vitraux y pinturas del Teatro Colón.
Hipódromo Carlos Pellegrini.
Palacio Anchorena o Palacio San Martín (Ministerio de Relaciones Exteriores), Arenales 819.
Palacio de Justicia, Talcahuano 550.
Palacio Errázuriz, actual Museo de Arte Decorativo: es considerado uno de los tres ejemplos más importantes de la recreación del clasicismo francés del siglo XVIII.
Palacio La Prensa (Casa de la Cultura), Av. de Mayo 575.
Palacio Legislativo (Consejo Deliberante). Perú 130. El arquitecto Héctor Ayerza se inspiró en la arquitectura francesa del siglo XVIII.
Palacio Ortiz Basualdo (actualmente la Embajada de Francia) es un ejemplo acabado de la capacidad escenográfica de esa arquitectura. La masa del edificio funciona como cierre de la plaza y remate de la perspectiva de la avenida Alvear. El edificio que era sólo una residencia particular, adquirió, una presencia similar a la de un edificio público. Cerrito 1399.
Palacio Paz (Círculo Militar), Av. Santa Fe 750.
Palacio Pereda (Embajada del Brasil), Cerrito 1350.
Puente del Rosedal de Palermo.
Residencia Laloir (Círculo Italiano), Libertad 1264.
Residencia Peña (Sociedad Rural), Florida 460.

El Clasicismo, corriente de pensamiento estética e intelectual, tuvo su apogeo en los siglos XVIII y XIX (desde 1730 a 1820, aproximadamente), inspirado en los patrones estéticos y filosóficos de los modelos greco-romanos.
Se dio lugar a una arquitectura monumental que reproduce frecuentemente el templo clásico dándole un nuevo sentido en la sociedad civil.
Este clasicismo se expresó en todas las expresiones artísticas, desde la arquitectura y la música hasta la pintura y la literatura. Aparece junto con el Manierismo, que a su vez dio paso al Barroco y éste al Rococó; siendo renovado a través del Neoclasicismo y combatido por el Romanticismo.

Años de opulencia
Hacia el 1900, Buenos Aires era una de las doce capitales del mundo con mejor arquitectura. El fenómeno había empezado veinte años antes, cuando la ciudad empezó a crecer a gran velocidad. Y para fines del siglo XIX, llegó a ser la tercera ciudad por su crecimiento, detrás de Hamburgo y Chicago.
La abundancia de emprendimientos y el interés de la dirigencia argentina para incorporar la cultura francesa atrajeron la atención de los arquitectos europeos.
En muchos casos, los diseñadores sólo visitaban Buenos Aires durante un corto lapso y luego enviaban sus proyectos. Otros, como Rene Sergent, recibían el encargo del cliente argentino durante alguno de sus periódicos viajes a Europa y hacían los planos sin haber visitado nunca el lugar.
Los arquitectos franceses de esa época estaban educados en la École des Beaux-Arts una institución que concebía la arquitectura como un instrumento para contribuir al prestigio y la grandeza del Estado. Nada más oportuno para la Argentina, un país joven que se estaba modernizando a gran velocidad.
La libertad que tenían los europeos aquí para probar diseños poco ortodoxos, junto con la opulencia de aquellos años, dejó una colección inigualable de edificios que aún le confieren un carácter especial a Buenos Aires.
La arquitectura Beaux Arts de aquella época le daba prioridad a la inserción del edificio en la ciudad y cuidaba su equilibrio y armonía. Sobre todo, echando mano a la simetría.

“Pastiche"
Es la forma de concebir las grandes residencias porteñas, recreando modelos consagrados en Europa.
El Palacio Pereda (actual Embajada del Brasil) no es más que una recreación del Museo Jacquémart André, de París, aunque para muchos especialistas supera al original
La maestría y la dedicación con que fueron diseñadas varias residencias particulares consagró a algunos edificios como los máximos exponentes de su género.
Eso ocurre con el Palacio Errázuriz, actual Museo de Arte Decorativo, que es considerado uno de los tres ejemplos más importantes de la recreación del clasicismo francés del siglo XVIII.
La impronta gala también se nota tiene el diseño de los espacios públicos, corno el Rosedal de Palermo, el Zoológico, el Botánico y la planificación de las diagonales Norte y Sur del microcentro.
Las verdaderas joyas de la arquitectura francesa en Buenos Aires, junto con otros edificios menos notables, mantienen vivo el recuerdo de un pasado esplendoroso.
Los edificios de principios de siglo en Buenos Aires tienen características propias. En general, son más ricamente ornamentados que sus semejantes europeos.
Esto ocurre porque los arquitectos franceses de la École des Beaux-Arts tenían una actitud diferente cuando hacían diseños para América o para Europa. Los trabajos americanos eran más complejos, con profusión de torres, cúpulas y remates, algo que no existía en París.
En esa época, varias ciudades americanas crecían con una velocidad asombrosa y los mejores arquitectos europeos se liberaron de la moda del Viejo Continente para hacer cosas distintas en sitios como Chicago o Buenos Aires. Este fenómeno produjo una masa sorprendente de edificios. Muchos de los cuales son parte de la mejor arquitectura de principios de siglo.
La calidad y la riqueza de los proyectos hicieron que el estilo de Buenos Aires no se pareciera al de una simple capital de provincia. Era el de una verdadera metrópoli internacional.
Muchas veces se comete el error de creer que la École des Beaux-Arts era una escuela conservadora. En realidad, la tradición del academicismo no tenía reglas fijas sino principios generales. Era como una escuela nacional que entrenaba a los futuros arquitectos para enfrentar nuevos problemas: desarrollar edificios, planificar grandes espacios públicos y diseñar ciudades.
A principios de siglo, este tipo de programas era más fácil de encontrar en ciudades como Buenos Aires o Chicago que en cualquiera del Viejo Mundo, incluso París.

Mansarda
Se denomina mansarda a la ventana dispuesta sobre el tejado de una casa para iluminar y ventilar su desván y por extensión al mismo desván o altillo, en la fachada de un edificio, cubiertos por un techo de tejas muy inclinado dando por resultado un elemento ornamental que suele coronar al edificio.
Su nombre proviene del francés mansarde que a su vez se debe al arquitecto parisino François Mansart (1598-1666), quién edificó muchos castillos y palacetes (hôtel particulier) tomando este elemento arquitectónico de obras anteriores italianas, y lo popularizó en Francia. Su sobrinieto Jules Hardouin Mansart realizó las obras de ampliación de Versalles por encargo de Luis XIV y prestigió a esta especie de altillo al utilizarlo en el Palacio de Versalles.
La buhardilla, también llamada mansarda, fue ideada por Pierre Lescot y Salomon de Brosse, creando desvanes en los cuales entra la luz natural gracias a “la ventana que se levanta por encima del tejado”.
La cubrición de los edificios mediante tejados inclinados genera un espacio, a veces aprovechable, entre éstos y el último forjado. La mansarda tiene como misión abrir el desván al exterior disponiendo una ventana vertical en alguno de los faldones de la cubierta. Para ello es preciso practicar un hueco en el tejado que se techa con otro pequeño tejado a dos aguas cuyo caballete se sitúa perpendicular al faldón y a la ventana en el centro y por encima de ésta.
Las mansardas típicas se encuentran recubiertas de tejas (muchas veces en forma de escama) elaboradas con pizarra o, en su detrimento, con chapas de cinc artísticamente troqueladas.
Por extensión, se aplica también este apelativo de mansarda al propio desván.

Patrimonio histórico
A principios de septiembre de 1999, Buenos Aires fue sede de un encuentro de especialistas en preservación del patrimonio arquitectónico.
El propósito de esa conferencia fue reunir apoyo académico para que la UNESCO reconozca varios edificios porteños como patrimonio de la humanidad. El Gobierno de la Ciudad también busca sensibilizar la población sobre la herencia arquitectónica de Buenos Aires.
Las jornadas sobre preservación, del patrimonio fueron organizadas por la Secretaría de Cultura portería y la Universidad Torcuato Di Tella, El encuentro reunió a expertos en arquitectura de fines del siglo XIX, período en que se construyó gran parte del patrimonio edilicio porteño. Entre los invitados figuraron historiadores como el inglés Favid Watkin y los estadounidenses Carl Schorske y David Van Zanten.
El encuentro se centro en los edificios de fin de siglo, pero los disertantes señalaron que la tarea de preservación excede el cuidado de los exponentes más viejos, ya que es el patrimonio más joven el que corre mayor peligro
En las oficinas del departamento de Protección del Patrimonio de Budapest, se conservan inmuebles a partir de los 30 años de antigüedad.

Fotos en
"ACADEMICISMO O CLASICISMO FRANCÉS EN BUENOS AIRES".

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