Iconos
Por Lic. Tamara Le Gorlois
En la Argentina son más de 550.000 los fieles bautizados en
Hace más de mil años Rusia recibió el cristianismo, momento en que fue enorme el apoyo de Grecia, a través de Constantinopla, que se prolongó por 600 años y se mantuvo aun en los momentos difíciles de invasión tártara.
Desde 1054, un cisma la separa de
El Cisma de Oriente y Occidente, también conocido como Gran Cisma fue una mutua excomunión que separó al Papa y a la cristiandad occidental, de los patriarcas y cristianos de Oriente, especialmente del principal de ellos, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla.
El Gran Cisma fue el resultado de un largo período de relaciones difíciles entre las dos partes más importantes de la Iglesia universal.
Las causas primarias fueron indudablemente las tensiones producidas por las pretensiones de suprema autoridad del Papa de Roma y las exigencias de autoridad del Patriarca de Constantinopla. En efecto, el Obispo de Roma se adjudicaba autoridad sobre toda la cristiandad, incluyendo a los cuatro Patriarcas más importantes de Oriente. Los Patriarcas, a su vez, alegaban, según su interpretación de
Los Papas, según su propia interpretación de las Escrituras, declaraban que "es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía con la Iglesia (de Roma), por considerarla depositaria primigenia de la Tradición apostólica" (San Irineo de Lyon, s. II d. C.).
El Gran Cisma influyó en las disputas sobre las jurisdicciones episcopales y patriarcales; y las variaciones de las prácticas litúrgicas. Son diferentes los santorales y calendarios: los ortodoxos se rigen por el antiguo calendario juliano, no aceptando el gregoriano, obra papal.
La Iglesia dividió las líneas doctrinales, teológicas, políticas y lingüísticas (griego o eslavo para las liturgias orientales; latín en las occidentales).
Los católicos ortodoxos han vivido en Grecia,
El patriarca ecuménico de Constantinopla era la autoridad más influyente hasta la caída de la actual Estambul en manos del imperio Otomano (año 1453).
La bella catedral de Santa Sofía, construida en Constantinopla por el emperador bizantino Justiniano (en el siglo VI), se transformó en
Las diferencias con la Iglesia romana son sutiles: se comparte la misma Biblia, y los mismos sacramentos, con la diferencia de que en la Iglesia Ortodoxa, tanto el bautismo, como la comunión y confirmación se puede recibir en la misma ceremonia a los pocos días de edad; el bautismo es por inmersión, conservando las tradiciones seculares. Las misas se celebran según el antiguo rito, en idioma eslavo, el sacerdote de espaldas a los feligreses, quienes comulgan compartiendo el pan y el vino. También lógicamente, por una cuestión geográfica, al reconocimiento de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y la Virgen María, madre de Jesucristo, se suman los santos que transcurrieron en países de Europa oriental. Otra variante consiste en el reemplazo de la estatuaria religiosa de los cristianos occidentales por el iconostasio e iconos periféricos orientales.
Juan Pablo II, visitando Grecia y Ucrania, planteó la necesidad de reconciliar lo que llamó “los dos pulmones de la Iglesia”: el oriental y el occidental.
La vida monástica también es clave en esta religión. Su centro espiritual sigue siendo el monasterio del Monte Athos, al norte de Grecia.
Iconos
El icono, como toda obra artística, es una forma de expresión del espíritu humano. Para la Rusia cristiana es la semejanza (el reflejo) del mundo Divino superior, un indicador de la belleza celestial y la perfección espiritual supremas.
Los primeros eran elaborados, desde su base de madera aglomerada (aserrín donde se incorporaban reliquias) por monjes ermitaños en prolongados períodos de penitencia, ayuno y oración.
El pintor de iconos no firma su obra, pues no se consideraba su autor, sino el vehículo para su materialización.
Los iconos despertaban casi la misma vivencia emocional que las ceremonias religiosas. Se concibe con el objetivo, no de mostrar apariencias, sino esencias. De ahí su peculiaridad plástica que se traduce en un lenguaje lacónico carente de elementos innecesarios.
La posición de las figuras, así como cada detalle y cada gesto tienen un carácter simbólico: la frente alta significa sabiduría, profundidad del pensamiento; los ojos grandes, penetración en los misterios divinos; los labios finos, ascetismo; la inclinación de la cabeza, atención a la voz de Dios; la figura ligeramente inclinada, resignación y obediencia a la voluntad divina.
Las variaciones cromáticas cobran también un sentido simbólico, aunque no se puede hablar del color como de una señal simbólica unívoca, pues en el icono es importante la armonía de colores, la intensidad, el colorido general de la composición.
El blanco es el color de la energía divina; el dorado omnipresente, señal de la eternidad; el rojo, de la ofrenda o del sacrificio; el celeste, de la pureza, etc.
La falta de perspectiva lineal testimonia la presencia de otras dimensiones espaciales. El espacio parece dejar de ser un obstáculo; el objeto lejano no se representa empequeñecido ilusoriamente, como cuando se siguen las reglas de la perspectiva. En el icono, las dimensiones, no son atributos del espacio, sino que expresan el grado de dignidad de lo representado (el ángel siempre tiene mayor tamaño que el demonio; Cristo se encuentra siempre por encima de sus discípulos).
También el tiempo es convencional: una composición puede reunir acontecimientos ocurridos en diferentes momentos y su reunión está subordinada a un propósito espiritual.
Las imágenes de Cristo, de la Madre de Dios y los santos, y las escenas de las Sagradas Escrituras, representadas en el icono, parecen estar privadas de dinámica exterior, de expresión. Así se subraya la concentración en la vida interior se testimonia la tensión del espíritu de los representados y la significación de los acontecimientos.
A fines del siglo XV se formó definitivamente la idea del icono como un fenómeno nacional peculiar, y a fines del siglo XIX, se muestra el estado de la pintura de iconos en el período postrero de la autocracia rusa.
Los primeros iconos llegaron a Rusia desde Bizancio en el siglo X, junto con la cristianización. Los hay tan antiguos como los de La Virgen de Vladímir, La Virgen de Smolensk y la Virgen de Tijvin.
En la glorificación de estos iconos se reflejaron muchos acontecimientos de la historia del Estado ruso; ellos jugaron un importante papel en la historia de la Rusia antigua y se convirtieron en iconos milagrosos, especialmente reverenciados.
“La Virgen de Vladímir” es uno de los iconos más venerados, entre los dedicados a la Madre de Dios, protectora de Rusia.
El antiguo icono bizantino que, según la leyenda, pintó San Lucas, uno de los Evangelistas, fue trasladado a Rusia en el siglo XII. En 1134, el príncipe Andrei Bogoliubski lo llevó desde Kiev a Vladímir, ciudad edificada a orillas del río Kliazma, y lo colocó en el templo principal. Desde entonces lleva el nombre “la Virgen de Vladímir” y la glorificaron como protectora de la ciudad, del príncipe y sus guerreros. A fines del siglo XIV el icono fue transportado a Moscú ante la amenaza de invasión de Vladímir por las tropas de Tamerián, pero en 1480 fue trasladado definitivamente a esa ciudad, cuando terminó el dominio tártaro-mongol y Moscú se convirtió en el centro político de Rusia. “La Virgen de Vladímir” fue ubicada en el templo principal de la Rusia Moscovita, la Catedral de la Asunción y fue venerada como el objeto sagrado más importante de la metrópoli, y se denominó “Casa de la Virgen” a esta Catedral.
En Facebook: Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad (CABA)
Muy, pero muy bueno. No tenía idea de nada de todo esto. Gracias Tammy!
ResponderBorrarExcelente artículo.
ResponderBorrarTAF
Seria mejor viajar solo, que pagar por tres y tener cuatro esposas, problemas por cuatriplicado y gastos idem.
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