Teatro Citi (ex Ópera) Una historia de éxitos que comienza en 1872


El Teatro Citi es heredero de la tradición y la historia del Ópera, que comenzó en 1872 cuando se inauguró con capacidad para 800 espectadores.
La sala original fue demolida en 1935 y un año después se inauguró el actual palacio de espectáculos, en coincidencia con el ensanche de Corrientes y la construcción del Obelisco. Con 2.500 localidades, fue el mayor cine-teatro de Buenos Aires.

Hacia 1870, Corrientes era una calle angosta y sin muchos comercios. Pero el empresario Antonio Pestalardo estaba convencido de que era el sitio ideal para un gran teatro.
El arquitecto Landois guardaba, desde hacía 16 años, los planos que había hecho -sin éxito- para el antiguo Teatro Colón. Pestalardo lo convenció de adaptar aquel diseño a un solar perteneciente a la familia Cano, en lo que hoy es el 860 de Corrientes.
Las obras apenas habían superado la etapa de cimientos cuando fueron paralizadas por la epidemia de fiebre amarilla, que entre enero y junio de 1871 mató a más de 13.000 personas. En el puerto, cerrado por cuarentena, se estropeaban las maderas, las cortinas y las butacas compradas para la sala. Pero el tiempo de trabajo pronto se recuperó y el Teatro de la Ópera fue inaugurado el 25 de mayo de 1872 con "Il Trovatore" de Verdi.
El oro relucía y serpentea en todas partes. Era el ámbito de los grandes acontecimientos líricos, artísticos y sociales: por su escenario destilarán los máximos divos del teatro europeo. En febrero de 1879 se anunciaron bailes de máscaras para los carnavales en el Ópera.
En 1887, Pestalardo se desvinculó de Roberto Cano, propietario de la sala, y la programación pasó a manos de otro empresario, de apellido Ferrari. En paralelo comenzó una remodelación y ampliación del teatro, que a partir de 1888 luciría un estilo Luis XIV. Se mejoró la acústica y, lo más novedoso, se introdujo la iluminación eléctrica con una usina propia.
Comenzó entonces la etapa de gloria del viejo Teatro de la Ópera, dedicado a la lírica. Fue entre 1888 y 1908. Más precisamente, el lapso que medió entre el cierre del viejo Teatro Colón, frente a Plaza de Mayo, en la actual sede del Banco Nación, y la inauguración del Colón en su actual emplazamiento.

Por el Ópera pasaron Arturo Toscanini, Enrique Caruso y Giacomo Puccini, entre muchas otras glorias. Más entrado el siglo XX, la sala comenzó u recibir propuestas de teatro de texto y de variedades, con actuaciones de Lola Membrives, Florencio Parravicini, Enrique Santos Discépolo y Tania. Fue también el lugar donde se proclamó la segunda candidatura presidencial de Hipólito Yrigoyen, en 1928.

Hacia 1932 ya se daba por segura su pronta demolición y había rumores de que allí se levantaría un rascacielos al estilo neoyorkino. Finalmente, en el 35, el edificio fue adquirido por Clemente Lococo, uno de los zares de la exhibición cinematográfica, que para entonces había manejado el Astral y era dueño de los cines Suipacha, Paramount, Pueyrredón, Fénix, Flores y Argos, entre otros.

Lococo, un italiano que había llegado a Buenos Aires con diez años, donó una de las arañas del viejo Opera a la Basílica de Lujan, donde aún puede verse. Era, tal vez, una forma de encomendarse a la Virgen antes de acometer su empresa más riesgosa.

Tras la demolición, el nuevo Ópera se levantó en un tiempo récord de nueve meses, para lo cual trabajaron cientos de obreros en tres turnos, las 24 horas, los 7 días de la semana. La rapidez en la construcción se logró, en parte, debido a la estructura de enormes vigas de hierro, con un peso de 65 toneladas.

La sala fue equipada con adelantos únicos para la época, como aire acondicionado central frío-calor, que garantizaba una temperatura constante de 23 grados en invierno y verano. El lujo estaba presente en los mármoles que decoraban, y aún decoran, las paredes y el piso.

El Opera fue inaugurado el 7 de agosto de 1936 en una gala a la que asistieron el entonces presidente, general Agustín Justo, el gabinete nacional, el cuerpo diplomático, los principales empresarios y la colonia artística.

A medida que entraban a la sala, todos quedaron impactados por las nubes y las estrellas que cubrían el techo, y por los pequeños edificios que aún pueblan los laterales. Una crónica de la época afirma que, algo confundido, un ministro del Poder Ejecutivo señaló: "¿Cómo han dejado el techo descorrido en pleno agosto?".

Una orquesta sinfónica de 60 integrantes ejecutó el Himno Nacional y un breve concierto de música. Se proyectaron varios cortometrajes, entre ellos Los tres lobitos, estreno en colores de Walt Disney, y luego el largometraje El ensueño del Misisipi.

La familia Lococo se mantuvo al frente del teatro hasta 1997, cuando lo vendió a una sociedad formada por Daniel Grinbank y el grupo mexicano de entretenimientos CIÉ. En aquel momento se agrandó el escenario hacia la platea, lo que redujo la capacidad a 2.000 espectadores.

En 2008 el Opera fue adquirido por la productora Time For Fun (T4F), y ahora pasa a llamarse Teatro Citi a partir de un inédito acuerdo de auspicio y esponsoreo.

El espíritu que recoge hoy el Teatro Citi es el mismo que se planteó, en su momento, Clemente Lococo: "Lo mejor del mundo para el público argentino, en un palacio de ensueño".


El gerente del Teatro Citi se llama José Alberto Senabre, pero todos lo conocen simplemente como Beto. Entró como cadete en 1972, con 13 años, y con el paso del tiempo pasó a ser acomodador, boletero, programador de shows y administrador, hasta llegar a su cargo actual. Pero, además, su padre y su abuelo habían trabajado para la familia Lococo, dueña original del Opera y de un circuito de salas importantísimo. Por eso, aunque ya no llegó a verla en funcionamiento, Beto conoce muy bien la historia de la guardería infantil que tenía la sala. "Estaba en el subsuelo -cuenta-. Los padres dejaban a sus chicos ahí para disfrutar tranquilos del espectáculo. Como medida de seguridad, al nene y a la mamá se les ponía en la mano un sello invisible, distinto en cada caso, que sólo podía verse con luz negra. Según el día, había seis u ocho niñeras y hasta una médica pediatra, por cualquier emergencia. Había cunas para los más chiquitos y un sector de juegos que tenía hasta calesita".
La familia Lococo pasaba revista todos los días a las 12, una hora antes del inicio de las funciones: se controlaba que el personal lucieran impecables los zapatos, el uniforme y el cabello. Al miso tiempo, los Lococo también daban préstamos personales a sus empleados y eran capaces de extender cheques en blanco a quien enfrentara un problema.


La recuperación de una fachada histórica

El Teatro Citi le devuelve a la calle Corrientes una de las fachadas más hermosas. El objetivo se logró descubriendo los grandes frisos de espejos que permanecían ocultos por la anterior marquesina. Además, se renovó y modernizó por completo la iluminación exterior. Como un guiño retro, se incorporaron luces de neón en exquisita combinación con modernos leds de tecnología RGB (red, green and blue), lo que permite cambiar el color del frente hasta lograr combinaciones infinitas.
Alberto Negrín, arquitecto y escenógrafo encargado de la obra, afirmó: "Iluminamos hasta el último centímetro de la fachada. Por primera vez en décadas se pueden apreciar en toda su magnitud las dos coronas superiores, escalonadas y telescópicas".
La sensación es que el teatro, inaugurado en 1936 y con capacidad para 2.000 espectadores, es más alto. ¿Cómo se logró este efecto? "Redujimos el ancho de la marquesina y la extendimos hacia arriba. Las grandes líneas de neón también acentúan el sentido vertical de las molduras ascendentes", explica Negrín.
El neón está presente, asimismo, en los tres lugares donde aparece el nombre del Teatro Citi: sobre la marquesina y sobre el voladizo. En este último caso, las letras son corpóreas, de acero inoxidable, con frente backlight.
Los frisos de espejos en relieve fueron lavados y se repusieron las piezas faltantes. Muchos porteños se enteraron de su existencia recién cuando quedaron al descubierto en las últimas semanas.
Tanto de día, por la luz del sol y su reflejo sobre los autos, como de noche, por las luminarias de los vehículos, los espejos producen destellos multicolores, tal como proyectó el arquitecto original, Alberto Bourdon.
El resultado es absolutamente teatral, para que el show comience en la calle. Las franjas de mármol negro marcarían la boca del escenario; los espejos serían un telón brillante que se abre; y la marquesina, un anticipo del espectáculo que presenta el Teatro Citi.

La restauración del teatro incluye la remodelación de un salón del primer subsuelo, que ahora pasará a ser un VIP donde los clientes Citi podrán compartir una copa o comentar el espectáculo durante el entreacto. Pero no se trata de cualquier salón. Es el lugar donde funcionó el Petit Opera, un cine con capacidad para 70 personas en el cual se ofrecían anticipos de próximos estrenos para prensa especializada, exhibidores y gente del ambiente artístico.

Cuenta una leyenda que allí también se dieron funciones privadas para Juan Perón, su esposa Evita y la plana mayor del primer gobierno justicialista. Las obras en el VIP recuperaron, entre otras cosas, el gran plafón dorado donde se oculta la iluminación del techo, y un cuadro que permanecía tapado. Además, se decorará el ambiente con muebles y accesorios art déco originales, vidrios especiales y backlight. El propósito es generar ahora un espacio cálido, distendido y sofisticado que invita a viajar en el tiempo, pero también a disfrutar el hoy.

Desde la Inauguración del actual edificio, el Teatro Citi alternó los grandes estrenos de cine con espectáculos musicales, conciertos y funciones de ballet, ya que fue pensado como una sala integral. A pocos días de la apertura de 1936, se estrenó allí Tiempos modernos, la genial película de Charles Chaplin. Con el correr de los anos,' fue el lugar donde se presentaron por primera vez al público argentino clásicos inmortales como Casablanca, Cumbres Borrascosas, Murieron con las botas puestas. Cuéntame tu vida y Al este del paraíso. Como sala de espectáculos en vivo, el ex Opera vio pasar por su escenario a estrellas de todos los tiempos: Marlene Dietrich, Josephine Baker, Edith Piaf, Louis Armstrong, Benny Goodman, Ella Fitzgerald, Paul Anka, Sammy Davis Jr. Jony Bennett, revistas del Folies Bergére y del Lido de París, y el ballet del Teatro Bolshoi de Moscú. El elenco del Lido de París también se lució en ese escenario
En 1972, Joan Manuel Serrat dio una de sus primeras actuaciones en la Argentina en el Opera (con amenaza de bomba incluida) y más tarde pasaron Julio Iglesias, Roberto Carlos, Charly García, Luis Miguel y Ricky Martin, sólo por hacer una lista arbitraria e incompleta.


Un arquitecto del espectáculo

Alberto Negrín, encargado de la restauración del Teatro Crti es, además de arquitecto, un escenógrafo de gran trayectoria.
Formado durante los años 80 en la Universidad y en la Escuela de Teatro de La Plata, realizó diseños, construcciones nuevas y obras de recuperación para Coca Cola y las cadenas Cine-mark y Village Cinemas, Madero Tango, La Trastienda/Teatro El Nacional y The Walt Disney Company, entre otras empresas. Como escenógrafo ganó los premios ACE, María Guerrero, Gregorio de Laferrére, Florencio Sánchez, Estrella de Mar y Trinidad Guevara por sus trabajos para numerosos espectáculos. Algunos de los títulos en los que intervino son Antes de que me olvide, El joven Frankenstein, La cena de los tontos, Eva, el gran musical argentino, Hairspray, Gorda, Los productores, Aladíny PeterPan, todos podemos volar.

Su labor trascendió las fronteras. Entre otras cosas, diseñó la escenografía de Cabaret, en la versión de San Mendes, en los teatros Nuevo Alcalá de Madrid, Folies Bergére de París y Carré de Amsterdam.

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