El mundo de las
letras y sus nuevos integrantes
Interesante
artículo del licenciado en Comunicación Social Joaquín Sánchez Mariño publicado
en el matutino LA NACION de Buenos Aires, Argentina, el 25 de agosto de 2015 en
el suplemento Ideas, donde da su visión respecto a aquellos flamantes arribados
al mundo de las letras y a sus posibilidades futuras.
Esta
transcripción on line se encuentra en https://depunoyletra.com/2015/08/
Cómo ser un
escritor conocido: manual para recién llegados
En un mundo pleno
de aspirantes a la escena literaria, leer y escribir bien no parece suficiente;
la búsqueda de un público y la autopromoción asoman como inevitables
Por Joaquín Sánchez
Mariño | Para LA NACION
El señor M tiene
una pequeña gema entre las manos, pero carga con la lepra: no lo conoce nadie.
Ergo, nadie leyó su pequeña gema. ¿Cómo puede hacer el señor M para que alguien
repare en su trabajo? En el siglo XV, pongamos que habla mal de Dios hasta
quedar encadenado y recitar sus versos finales al calor de la hoguera. En el
XIX escribe una profunda novela sobre alguno de los grandes temas y la gente de
Londres corre a comprarla. En el XX se hace amigo de algún literato con campo y
se deja llevar por la gracia de su mecenas. Pero hoy, año 2015, sus
posibilidades parecen ser infinitas. ¿Cómo se hace, entonces, para ser un
escritor conocido?
Mercedes Romero
tiene 25 años. Empezó en el género preliterario por excelencia: el posteo de
Facebook. Después entró en un taller literario con Luis Mey y su estilo fue
adquiriendo likes, ese bien de cambio de la contemporaneidad. Hoy, a menos de
un año de ese primer texto replicado en las redes, a Mercedes acaban de
confirmarle que la editorial Notanpüan va a publicar su primer libro.
Julieta Habif, de
24 años, por estos días se está preguntando qué hacer. Tiene un blog
(estoesunapipa.blogspot.com), donde escribe historias de amor. Con el tiempo
fue logrando una comunidad de seguidores y le dieron ganas de tener un libro
propio, pero no sabe si autopublicarlo o esperar a que alguna editorial le
acepte el manuscrito. «Me gusta mucho escribir, cada vez más, y publicar me
parece el siguiente paso lógico para seguir haciéndolo. Como irse a vivir con
la pareja después de un tiempo de noviazgo», dice. Guillermo, librero de Eterna
Cadencia desde hace 5 años, no recomienda ir por el camino de la autoedición si
se pretende alcanzar el gran público: «Llegan muchas ediciones de autor a la
librería, y la verdad es que muy difícilmente se les hace un lugar si no vienen
con una recomendación determinada o al amparo de una editorial respetada».
Juan Sklar es un
caso distinto. El año pasado publicó Los catorce cuadernos (Beatriz Viterbo), y
aun siendo su primera novela, ya vendió más de mil ejemplares. Por supuesto, su
libro no llega de la nada a los anaqueles. Sus notas web, «Sexo Turista» primero
(publicada en la revista La única) y el más reciente «Hecho en Bangkok», donde
cuenta que va a ser padre, le valieron miles y miles de lectores. Para cuando
salió su libro ya había mucha gente esperándolo.
«Mi mejor
herramienta de difusión fueron los textos, ellos me valieron el contagio que se
generó con lo que escribo. Con la literatura no hice, en términos de difusión,
nada que no haya hecho antes en otros mundos: la tele, la radio, el teatro.
Pero sólo acá pasó lo que pasó. Quiero decir: la difusión sola no logra nada.
Pero tampoco podemos escribir y nada más. Hay que salir a defender la obra. Tal
vez me haya quedado del teatro la falta de pudor por el autobombo. El under
teatral se desespera por conseguir público. Pero ojo, tiene que estar claro que
la prioridad es escribir, no postear. Por otro lado, no entiendo la fantasía
que se formó alrededor de los escritores: es un mundo en el que hay muy poca
plata, no hay muchas mujeres ni hombres, y no hay grandes fiestas. Y sin
embargo, todo el mundo quiere ser un escritor famoso. Qué sé yo».
¿Realmente la
literatura -o la defensa de ella- nos muestra mejores de lo que somos? No, nos
muestra solos y desesperados por saciar la vanidad de nuestro ego. Si ya
sabemos que el éxito como escritor no nos deparará dinero, ni amores y
aventuras, ¿por qué buscar tan desesperadamente que nos lean? Es la respuesta
incómoda que nadie acepta y que Don Draper, el genial antihéroe de Mad Men,
confiesa con total liviandad cuando una chica le pregunta qué hace bañado y
perfumado a las tres de la mañana: «Soy vanidoso».
ESCRIBIR NO ES
PARA TÍMIDOS
«El camino más
noble y efectivo para hacerse un lugar en la literatura es leer y escribir
bien. El resto son variaciones de la falta de pudor o cierto goce
exhibicionista por el ridículo, cuestiones que siempre están ocultando una
falta de verdadera voluntad creativa», dice Nicolás Mavrakis, periodista
cultural free lance y escritor.
En esa línea está
la obra de Cocó Muro. Su libro, Diez razones por las cuales usted debe tener
este libro, saldrá el próximo mes por editorial Llanto de Mudo. «La estrategia
de difusión es la clásica: comunicarlo por redes, generar cierta intriga y
expectativa, enviarlo a los medios de comunicación que más me gustan y
contarles en una gacetilla de prensa a los periodistas de qué se trata lo que
les estoy enviando», explica. El suyo es un libro de listas («literatura en
potencia»), que surgió de su voluntad experimental y del buen recibimiento que
tuvieron esos textos cuando los publicó en Facebook. Otra vez, el posteo como
disparador, como género de acercamiento. Si de Borges se dice que además de su
obra escrita está su obra oral, ¿cuántas obras hechas de posteos habrá de acá a
cincuenta años?
«Todo el mundo
deje de hablar ahora mismo. Presten atención. Se los dije a ustedes, se los
dije a mis críticos: yo soy el más grande de todos los tiempos.» Habla Muhammad
Ali al comienzo de documental Facing Ali. Tiene razón el hombre: fue el mejor
de todos los tiempos. ¿Pero sólo por su manera de pelear? Según Eduardo Bejuk,
periodista especialista en boxeo, la revolución que causó en el mundo gracias a
sus dichos, sus polémicas y su figura lo elevaron a la categoría de mito,
iniciando la era moderna del deporte. Dice que Alí, sin lo que él inventó para
sí, nunca hubiera sido Alí.
Y algo parecido
pasa en el mundo de la nueva literatura: ya no gana el que domina el ring de la
escritura sino el que mejor se inventa a sí mismo. Hay algo positivo después de
todo: la ficción nunca tuvo tan buen pulso. «Pero nadie se sostiene sólo de
posteos. Tiene que haber una obra detrás que lo sustente. Si no, la gente se
siente estafada», dice Juan Sklar. En ese aspecto, Facebook permite ver en
cámara lenta cómo van llegando esos 15 minutos de Warhol y cómo cada uno
intenta retenerlos, estirarlos, reciclarlos, y finalmente dejarlos ir.
Facundo García
Valverde sabe bien de qué se trata la fama. Escribió varios libros de famosos
como ghost writer, y en este año la editorial Galerna publicará su novela Fama,
sobre la vida de un extraño ex participante de Gran Hermano. «Cuando era más
complejo publicar, había pocos puntos en común entre el mundo editorial y el de
Gran Hermano. Hoy todo parece seguir una misma lógica, la de un mercado que te
exige autopromocionarte: las lecturas son las presentaciones en discotecas de
los ex participantes, las reseñas son los videos de tu paso por la casa, los
lectores son los fans que agitan por Twitter y te votan por SMS, las roscas con
otros escritores son los complots que se arman en la casa; las solicitudes de
amistad en Facebook son los canjes publicitarios. Todo eso, sin embargo, no es
nada; es al sexo lo que la ropa de tu pareja: lo que tenés que sacar para tener
sexo. Lo único verdadero es que te lean y que los otros te reconozcan como
alguien que vale la pena leer», dice.
En su mirada, un
escritor que busca ser leído no lo hace por acariciar su ego: «Uno enfrenta el
trabajo creativo y literario con tantas expectativas como inseguridades
-explica-. Uno cree estar hablando de la soledad y, en realidad, está hablando
del miedo; otro cree estar hablando de sus amigos y, en realidad, está
describiendo la tragedia política de haber nacido en América Latina. Ese ‘en
realidad’ es todo; ese ‘en realidad’ es por lo que la gente te lee y no tiene
nada que ver con tu ambición o vanidad. En el fondo, es similar a lo que dice
Hannah Arendt para el dominio político: ‘Uno participa para mostrarse único en
un ámbito donde nada es previsible y nada está bajo tu control'».
Adriana Amado,
doctora en Ciencias Sociales de Flacso y especialista en medios, dice: «Los
escritores no están lejos de los nuevos parámetros de celebridad: un escritor
puede ser conocido, célebre o respetado. Son muy pocos los que tienen las tres
condiciones. Las dos primeras son producto de la maquinaria de prensa de la
industria editorial: entre periodistas que no leen, lo que se difunde es la
solapa del libro. Además, sucede que somos más los que escribimos que los que
leemos. Sobre todo porque cada vez tenemos menos tiempo de leer de tanto que nos
lleva escribir. Por eso viene Amazon como justiciero universal y amenaza con
pagar regalías por páginas efectivamente leídas. Yo creo que además debería
descontar lo que leímos de falsas reseñas, falsas entrevistas al autor y demás
delicias de la maquinaria de difusión».
Y sea por fama u
oscuridad, de pronto todos queremos ser escritores. Queremos viajar a la Feria
del Libro de Guadalajara y codearnos con nuestros cuates latinoamericanos
mientras planeamos la revolución de la literatura, una vez más, pero para
siempre. Queremos hacer frases que rompan la moda y poder descansar en lo que
ya dijimos. Pero nos falta el corazón latente de nuestro sueño: nos falta haber
escrito.
POR UN LUGAR EN
LA LITERATURA
«Ser conocido
puede ser un efecto secundario de trabajar mucho, moverte siempre en un
ambiente determinado o ser muy bueno en Twitter. Mi táctica, que es producto de
discapacidad publicitaria, es recitar en vivo y llevar los libros. Es un
trabajo de hormiga pero es súper satisfactorio -cuenta Mariana Bugallo, que el
miércoles que viene en Casa Brandon presentará el libro Muchacho-. Supongo, por
otro lado, que los nuevos medios de difusión ayudan a que nos conozcamos entre
nosotros más que a que se nos conozca».
Por su parte,
Nora Galia, directora de la editorial Letras del Sur, profesora de la carrera
de Edición de la UBA y especialista en Gestión cultural, dice: «En el marco de
la hipermodernidad, no estamos frente a lectores sino a consumidores omnívoros.
Es una tarea conjunta del editor y del autor batallar contra una constante
oferta de ‘entretenimiento’ y de nuevos star systems. Hoy, el escritor tiene
que tomar un rol activo para construirse como tal».
¿Pero qué es
construirse como escritor? Primero, asumir el deseo de ser escritor, tenga
sentido o no. Después, comunicar. Y comunicar es ser un escritor que postea.
Intentar, claro, mantenerse en los reinos del buen gusto. Y si la competencia
es feroz, bajar cada tanto al barro de la confesión y contar, por ejemplo, que
uno va a estar leyendo textos en tal o cual evento palermitano. ¿Le importa a
alguien? Imposible saberlo, pero la consigna es clara: el que quiere escribir,
labure su perfil de escritor. Ya no más postear felices cumpleaños a la vieja
ni fotos del partido: ahora sólo referencias a la literatura. Empezar a ir a
encuentros a levantar la copa con extraños. Seguir escritores en Twitter,
lograr en lo posible una mención de alguien respetado. Salir a la caza de notas
y artículos sobre la propia novela. Y olvidar el lastre moral de la humildad.
Después de todo, ¿qué es un escritor hoy en día sino alguien que proclama que
sus palabras tienen un valor?
Gonzalo Garcés,
director editorial de Galerna y escritor, dice: «Yo creo que los mejores
artistas logran un equilibrio existencial muy delicado. Ellos saben que son
boludos como todos tratando de ganarse el pan, pero saben también que la imagen
mágica que proyectan no por ser falsa carece de valor. Es como la imagen de
Dios para un ateo o la idealización que vos podés hacer de alguien a quien
amás. Es un fantasma, sí, pero un fantasma que te eleva un poco más alto y te
sirve de guía. George Clooney dijo que él no tenía Twitter porque si tenés
Twitter sos accesible, y si sos accesible, no sos una estrella. No conozco a
George, pero tengo el pálpito de que no cree que es una estrella inalcanzable,
pero sabe que tiene que proyectar esa imagen. Es como ser padre. Ser padre, en
presencia de tus hijos, es claramente ser mejor de lo que sos, porque ellos lo
necesitan». Igual que la literatura, que necesita de la máquina de humo para
seguir estando viva.
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