Museo Taller "César Bustillo" y los murales del Hotel Provincial de Mar del Plata
El Museo Taller "César Bustillo" tiene entrada libre y gratuita.
Calle 43 “ César Bustillo” entre 156 y 157, Plátanos, Berazategui. Visitas guiadas para instituciones: solicitar turno al (011) 4226 - 4244.
Diciembre, febrero y marzo: Sábados, domingos y feriados de 15 hs. a 19 hs. Abril a noviembre: Viernes de 10 a 12 hs. y de 14 a 16 hs. Sábados, domingos y feriados de 14 a 17 hs. Enero cerrado al público.
El Museo Taller "César Bustillo" fue inaugurado el 21 de noviembre de 2006 a partir de la donación que hizo la familia Bustillo de un inmueble que fuera taller y modesta vivienda del artista plástico. La restauración de la propiedad fue realizada con el apoyo del “Programa de Preservación de Obras Públicas de Ingeniería y Arquitectura” implementado por el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
El Museo Taller fue creado para la “protección y difusión de la obra y la vida de César Bustillo” y como espacio abierto para la participación de artistas plásticos promoviendo la realización de actividades vinculadas al arte en general y al arte público en particular.
Se trata de un pequeño edificio que forma parte del conjunto arquitectónico “La Estancia” construido como vivienda familiar y cabaña por el arq. Alejandro Bustillo y declarado “Sitio Histórico” por Ordenanza 3213/99 del Honorable Concejo Deliberante de Berazategui.
En este espacio de intimidad y reclusión, César Bustillo realizó gran parte de su producción artística y, a través de los años, fue realizando escritos murales e inscripciones en pilares y cerramientos del taller, expresión de su particular modo de interpretar e interpretarse.
El Museo Taller conserva la integridad de su acervo original integrado por pinturas, esculturas, dibujos, libros de su biblioteca particular, herramientas y efectos personales de César Bustillo y posee, por sobre su materialidad, la capacidad de impactar en nuestra conciencia como fruto inequívoco de la espiritualidad humana.
El parque que lo enmarca testimonia la profunda vinculación del artista plástico con la naturaleza y refleja su admiración por el escritor y naturalista Guillermo Enrique Hudson. Entre las especies arbóreas se destaca un ombú, retoño de un ejemplar de la Estancia “Los 25 Ombúes”, que César Bustillo obtuvo en una de sus asiduas visitas al lugar.
Se encuentra a unas seis cuadras de la estación ferroviaria y lo rodean instituciones educativas, culturales y de recreación de gran significación comunitaria.
Los murales del vestíbulo del Gran Hotel Provincial de Mar del Plata
Allá por el mes de septiembre u octubre del 1964 con otros colegas fui invitado al acto y cena para conferir al eximio ciudadano argentino, don Teodoro Bronzini, con raíces italianas, precisamente de Puerto Recanati, el título de ‘Commendatore’ de la Repubblica Italiana. El lugar era justo en el Hotel Provincial de Mar del Plata y era la primera vez que ponía pie sobre el asfalto de la ciudad. Al entrar me impresionaron los audaces murales del vestíbulo y como no hablaba una hache de castellano, en silencio recorrí el ancho pasillo hacia el gran salón., que creo se llamaba Dag Hammarskjöld en honor al líder de las Naciones Unidas recién desaparecido. Pero alguien se había percatado de mi admiración por la obra y en seguida se apresuró a entablar conversación hablándome con vergüenza, peste del autor y de su mural.
Los años pasaron… Pero, la poca consideración por el autor se ha acentuado, yo diría que está más en el mundo del olvido. Sin embargo, grandes muralistas como Juan Bauk, lo han apreciado siempre desde un principio y con justos homenajes a su memoria.
César Bustillo, era hijo de Alejandro, arquitecto argentino, autor de la inmensa obra del complejo Casino y Gran Hotel Provincial de la ciudad de Mar del Plata y de muchas más en el país y en el extranjero. De corta vida, había nacido el 21 de noviembre del 1917 en la localidad de Plátanos cerca de Buenos Aires y donde falleció en soledad el 7 de abril del 1969. También vivió en el lugar, la primera residencia reconstruida por el padre, observando y queriendo la naturaleza y el entorno con noches estrelladas, arboledas, murmureos de arroyos, cantos de pájaros e insectos, caballos, vacas y vientos. No llegó a concluir la carrera de arquitecto, educándose de la inmensa biblioteca familiar y aprendiendo de la sabiduría de la gente de campo. Incursionó en la pintura, el dibujo, la escultura y el fresco; con éste en la Capilla familiar logró una representación de la Vía Crucis con personajes semidesnudos y acriollados y metafóricos. Vendida la propiedad y transformada en colegio, la obra fue tema de risas y burlas, tanto que fue cubierta con un pesado cortinado y luego con pintura. Una constante de sus próximas obras.
En el 1948, por ofrecimiento del padre empieza la ejecución de los murales en el atrio del Gran Hotel Provincial. Éste se inauguró en 1950 cuando César tenía 38 años.
No tanto ahora, pero sí entonces, en la ciudad y la costa atlántica eran relevantes los constantes vientos que casi todo el año aminoraban la vida de sus habitantes. A esos se inspiró el artista para representar un conjunto alegórico de recreados personajes míticos insinuando las estaciones del año.
Escogió a Eolo, dios de los vientos, para que se uniera con diosas ‘fenomenales’ americanas: la sensual Tórrida, la gélida Antártica, Cordillera y Nube de las cuales nacieron los ‘Eólidas’, respectivamente Eólida Tórrido identificando los vientos cálidos del norte, Eólida Antárctico por los fríos del sur, Eólida Andino por los secos del oeste y Eólida Atlántico por los vientos húmedos del este. Las cuatro nuevas deidades, ubicadas y orientadas según los cuatro puntos cardinales, desnudas y de fuertes rasgos, acriolladas y americanistas: Tórrido tiene alas de guacamayo, Andino de cóndor, Atlántico de albatros. Otras escenas muestran pescadores de un lugar costero del Océano, otra con jóvenes arriando caballos a la orilla del mar, otra con un paisano apartando un recio toro semental, otra con dos aborígenes cabalgando libremente por la Pampa. Incluye también un naufragio, recurrente en la pesca de Mar del Plata y en especial modo el del ’44 para fines de agosto que acarreó la perdida de varias lanchas y pescadores. Y finalmente teros y grandes gaviotas, mares y llanuras y el autor mismo en un rincón exaltado por el movimiento con prominentes curvas, músculos y articulaciones.
La obra fue realizada con la técnica de pintura al fresco, es decir la que se hace en paredes y techos con colores disueltos en agua de cal y extendidos sobre una capa de estuco fresco. Todas estas desnudeces ostentosas llenas de significado alegórico (qué es esto) airaron, desdeñaron, molestaron, la sensibilidad de los nuevos ricos, pues el dinero ahora le daba el derecho a entender de arte y muchas cosas más, de los envidiosos y resentidos que quedaron de lado habiéndose ellos propugnado como autores o ejecutores (los había de todo tipo, como siempre), de los moralista o directamente imbéciles…
Comités para el restablecimiento de la moral, en un 1954 convulsionado por hechos políticos y sociales, indujeron a las autoridades a pedirle a Bustillo que vistiera los desnudos. Así que para el 1er Festival de Cine de Mar del Plata en el 1955 todos los murales estaban cubierto por un espeso telón. A fin del mismo año la gente de La Marina que se hizo cargo de la intervención del complejo ordenó que se descubrieran otra vez desclavando literalmente los lienzos. No duró mucho. En el mismo día que el autor se preparaba para tapar los agujeros y martillazos y repintar lo dañado, otro iluminado interventor provincial repuso las telas (bien planchadas) clavándola, esto sí en el mismo agujero de los iniciales.
El prestigioso crítico Rafael Squirru desde el diario El Mundo obraba para que fueran mostrados, mientras tanto la Dirección de Cultura de la Provincia de Buenos Aires nombrada una comisión de destacados intelectuales argentinos para que dieran sus opiniones sobre el asunto: la integraban Manuel Mujica Lainez, Ballester Peña, Héctor Basaldúa y Jorge Romero Brest. Nunca se supo del informe, seguramente retardado el algún cajón de la burocracia, y para siempre.
Mientras tanto se llega al 1962, año en que la concesión del Hotel Provincial fue tomada por la firma D’Onofrio que acertadamente pidió un responso a la Dirección Nacional de Bellas Artes que secamente respondió no poder evaluar los fresco por pertenecer ahora en un espacio privado. ¡Vaya qué elegancia! Ante esta deliberada esquiva maniobra la firma hotelera decidió valerosamente descubrir los murales.
Hasta los comienzo de los ’90 todavía los murales se podrían admiran, pues los grandes pasillos estaban habilitados como muestra de obras de un gran número de pintores argentinos. Hoy, 27 de agosto de 2006, he tenido la suerte de poder visitar el vestíbulo y la parte de estar del primer piso, habilitados magníficamente en ocasión del Primer Congreso de Cultura Argentina. ¡Un lujo!
El crítico argentino Juan Bauk memorando a César Bustillo
(…)Es autor de los seis murales al fresco que decoran la entrada del Hotel Provincial de Mar del Plata, realizados a partir de marzo de 1948 e inaugurados en 1950. Estos trabajos, que han sufrido toda suerte de escarnio, se encuentran hoy en estado de abandono como obras de arte, a pesar de ser, por tamaño y calidad, una de las obras murales más importantes del país.
El trabajo de César Bustillo echa raíces en lo popular, no como postura intelectual, sino como actitud existencial. Su obra abreva en las imágenes del mundo que ama y las transforma plásticamente en una epopeya universal.
A los caballos, la gente del campo, los pájaros y el cielo abierto de su Plátanos natal los interpreta con características épicas y mitológicas, dotándolos de identidad genérica y universal.
Su visión de este mundo no es testimonial ni naíf, sino épica y poética.
Los personajes de sus murales, llenos de sutil y poderosa sensualidad, plenos de vida, desarrollan el drama de su existencia en una atmósfera épica de reminiscencias clásicas, donde no faltan los personajes simbólicos de la mitología antigua, en paisajes desolados y austeros.
No hay en la construcción de sus imágenes ningún elemento que no cumpla una función simbólica, casi siempre intencional, como puede confirmarse en documentos del autor que explican el significado de los trabajos.
Los murales de Bustillo alcanzan monumentalidad y fuerza miguelangelesca, partiendo de un lenguaje absolutamente personal y argentino. No sería extraño que esta última característica fuera la causa del desprecio que algunos integrantes de la 'intelligentzia' vernácula manifestaran por su obra.
La de Bustillo es una visión humanista del hombre, exenta de afeites e hipocresías. La desnudez de sus personajes los remite a su estado esencial de 'ser humanos'. Esta desnudez, que se hace extensiva también al paisaje, se nos presenta como una posible alegoría del mundo de lo 'esencial', del "Spiritu Mundis".
La ignorancia provinciana, la perversión reprimida, los celos de sus coetáneos y la indiferencia individualista de sus contemporáneos, le han hecho padecer a este luminoso artista no pocas humillaciones.
Sus obras han sido objeto de destrucción, ocultamiento, enjuiciamiento, (...) y denostación por parte de cuanto mediocre crítico, académico o funcionario tuvo oportunidad de explayar su estupidez sobre ellas.
Por supuesto que también recibió el apoyo y reconocimiento de críticos, público y artistas, entre ellos David Alfaro Siqueiros, el genial muralista mexicano, quien respecto de Bustillo manifestó "es una pena que no haya nacido en México".
Rescatar a César Bustillo y su obra del olvido y la indiferencia no sólo es un acto de justicia tardía para el autor, sinó que, además, es un llamado de atención para la preservación de nuestro patrimonio cultural. No sería extraño, en los tiempos que corren, que algún funcionario decida privatizar las instalaciones del Hotel Provincial, para instalar un shopping o algo por el estilo, comprometiendo el destino de estas obras.
Eólida
La antigua Eólida ocupó el conjunto de los estrechos, limitando por el norte con las costas del Mar Negro, formadas por cadenas de antiguos macizos paralelos, y por el sur llegaría a la desembocadura del río Hermos. Es una zona de transición entre el Mar Negro y el Egeo, en la que se intercambian corrientes de agua dulce y salada, respectivamente, surcando los estrechos constituidos sobre antiguos valles fluviales. Las alineaciones de montañas atravesadas por depresiones configuran una costa abrupta y con escasos abrigos, si exceptuamos la gran hendidura en tierra firme que forma el golfo frente a la isla de Lesbos. El territorio más meridional, que ocupaba en toda su extensión el litoral Egeo, fue poblado desde sus comienzos por los Jonios, constituyendo, por sus más favorecidas condiciones, la región más próspera y hegemónica entre los griegos del Asia Menor. Llegando a aglutinar en la denominación de Jonia otras dos regiones anteriormente autónomas. Presentaba su relieve un conjunto de valles excavados en los pliegues del macizo del Tauro, dispuestos perpendicularmente a la costa mediterránea, lo que condicionó la formación de cabos y golfos alternativamente, configurando un litoral accidentado, más acentuado si cabe por sus cercanas islas, último exponente de los plegamientos elevados. Las condiciones orográficas, la influencia del clima benigno y los cauces de agua favorecieron los cultivos agrícolas, no ya sólo de cereal, sino olivo, vid y hortalizas, que encontraron un suelo y una climatología idóneos para su producción intensiva y de renombrada calidad. Pero no sólo constituyó la región un lugar de nuevos asentamientos, sino que aprovechando los valles se establecieron contactos comerciales con las regiones interiores, que necesitaban su salida al mar, intercambiando materias primas para su transformación y cereal para la exportación al continente griego. Estas rutas vinieron a significar el contacto directo con los antiguos Estados orientales, de gran desarrollo comercial, del que Jonia incluso llegó a aprender el uso de la moneda y sus propios sistemas de pesas y medidas.
FUENTE: http://www.pasqualinonet.com.ar/
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