El esoterismo en el ajedrez


El esoterismo en el ajedrez según el Venerable Maestro Samael Aun Weor 
(seudónimo de Víctor Manuel Gómez Rodríguez; Bogotá, 6 de marzo de 1917 − México, 24 de diciembre de 1977). 


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A primera vista, el ajedrez podría calificarse simplemente como un juego de habilidad y de cálculo estratégico mental, en el que algunas personas altamente ejercitadas consiguen reproducir miles de situaciones derivadas de múltiples partidas. Pero como tantas cuestiones en la vida, además del aspecto superficial, existe otro oculto y más profundo que suele presentarse a nosotros en forma simbólica y que, frecuentemente por desgracia, pasa desapercibido. En el presente trabajo, vamos a tratar de indagar en este segundo aspecto, dando un paso más allá de la mera observación exterior, tratando de apreciar el sentido esotérico de este arte. Históricamente se acepta que el origen del ajedrez brota en la India, de donde, hacia el siglo VI, pasó a Persia e Imperio Bizantino. Más tarde, en torno a los siglos VIII y IX, los árabes lo introdujeron en Europa, a través de la península ibérica. Por el contrario, no resultan tan conocidos los vestigios descubiertos que prueban su práctica por parte de los vikingos y de los cruzados en tierra santa. Más extraño aún, resulta mencionar que el pasado remoto o protohistórico del ajedrez deviene de la antigua Atlántida. Fue un juego conocido y practicado por los pobladores de aquel continente que hoy yace sumergido en el océano que lleva su nombre. Para los atlantes, conocedores de su aspecto esotérico, lejos de constituir un deporte o juego de mesa de ingenio o de esfuerzo intelectual, el ajedrez simboliza o alegoriza el Juego de la Vida, o mejor dicho, el Tablero de la Vida. La pretensión no pudo ser otra que, como en toda transmisión del conocimiento, más que comunicar, en forma perdurable, el saber iniciático. En efecto, conocemos, en términos esotérico-gnósticos, que las personas constituyen simples fichas, manejadas por fuerzas invisibles u ocultas desconocidas. Tales fuerzas mecánicas pueden ser de tipo evolutivo o de tipo involutivo. A dichas fuerzas, debemos sumar las fuerzas revolucionarias que trabajan desde las Dimensiones Superiores del Espacio, o sea, a los Principios Inteligentes que se ocultan tras los fenómenos, creando y participando incesantemente en el teatro vital. Dichos Seres Inefables, los Señores de la Llama, los Maestros del Círculo Consciente de la Humanidad Solar, unas veces manejan las fichas blancas y, en otras ocasiones, mueven las fichas negras. Es decir, dirigen, de acuerdo a lo conveniente, el curso de los innumerables siglos.
Entre todos estos Seres existen grados y grados, escalas y escalas. Cada grupo o familia, según su Rayo Particular, actúa sobre el Tablero de Ajedrez que, como ya dijimos, constituye la Vida Universal, ocupándose de variadísimas actividades. Por ejemplo, algunos de esos Seres, llamados Devas, dirigen los Departamentos elementales de la Naturaleza.
Resulta obvio que, si la humanidad tuviera la Conciencia despierta, podría determinar las circunstancias conscientemente sobre el Tablero, porque lógicamente no estaría sometida a las leyes mecánicas, como la Ley del Destino, la Ley de Causa y de Efecto, la Ley del Retorno, la Ley de Recurrencia, la Ley de las Polaridades, etc. Nos permitimos llamar la atención sobre la probabilidad de que, visto el período cósmico en que nos encontramos, podamos estar jugando nuestra última partida. El hombre inteligente antepone la conciencia a las impresiones y fundamenta, tras ello, su actuación bajo el perfecto equilibrio entre la mente, la emoción y el centro motor. Podemos notar que dichas cualidades resultan inherentes a todo buen ajedrecista. Cada uno de nuestros actos constituye una jugada. Debemos luchar para que ella no se realice en forma mecánica e inconsciente. En tanto vivamos inconscientemente inevitablemente seremos manejados por los dioses, o, con menor suerte, por los demonios.

El Tablero
Como se apuntó más arriba, el Tablero simboliza el Teatro o Entablado de la Vida Universal. Los cuatro lados del tablero representan a los cuatro elementos de la Naturaleza: fuego, aire, agua y tierra, mencionados en forma reiterada por todos los tratados de la Alquimia. Asimismo, alegorizan a las cuatro estaciones y las cuatro edades. También representan a los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser: Físico, Astral, Mental y Causal. No debemos olvidar que la máquina humana no dispone de todos estos cuerpos, por cuanto, algunos corresponden, como patrimonio único, al Hombre Real o Auténtico. Ello acontece tras su creación en la “Forja de los Cíclopes”, utilizando para ello la energía sexual o, según el lenguaje freudiano, por medio de la transmutación de la “libido”. El tablero consta de 8 filas y de 8 columnas. La intersección de unas y otras generan cuadros, casillas o más precisamente escaques. Multiplicando los 8 cuadros que, en sus dos lados, conforman el tablero, obtenemos el número 64. A su vez, sumado cabalísticamente el número resultante (6+4), obtenemos el Arcano 10 del Tarot. Debemos recordar que el tarot corresponde al “Libro de Oro” y que éste, en sí mismo, constituye el Patrón de Medidas de las Leyes Cósmicas. Así pues, el Arcano 10 refleja la “Rueda de la Vida”, la trágica Rueda de la Ley con sus tres mil dolorosas vueltas o “ciclos”. El Arcano 10, a través de la Rueda del Samsara, viene a representar las leyes de la Evolución y de Involución, manifestadas a través de la Ley de la Trasmigración. Desde el punto de vista de la Sexología Trascendental, la Rueda es el jeroglífico alquímico del tiempo necesario para la cocción de la materia filosofal. Nosotros debemos, sobre el Tablero de la Vida, aniquilar el Ego y crear los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser, aprovechando el tiempo en el duro trabajo de “cocción de la material filosofal”.
Así podremos evadirnos de esta “Cloaca del Samsara”, como la llamara el V. M. Samael Aun Weor.
El Ego, el “Yo”, el “mí mismo”, nos mantiene atados al “Valle de los Sufrimientos”, a la Rueda fatal de los nacimientos y las muertes, creando cuerpos físicos como resultado del Karma. Por otro lado, si observamos cuidadosamente los 32 cuadros de color blanco y los 32 cuadros de color negro, encontramos allí una manifestación evidente de los Pares de los Opuestos de la Filosofía Hermética. Es decir, la luz y las tinieblas, el día y la noche, la permanente lucha entre las fuerzas del bien y las fuerzas del mal, que hay que trascender, pasando más allá de las dos. Tales opuestos, blanco y negro, constituyen el Yin y el Yang de los orientales: la fuerza pasiva y la fuerza activa. La manifestación de la lucha entre el bien y el mal se plasma, también con los cuadros blancos y con los cuadros negros, por ejemplo, en los solados de diversas catedrales góticas, representativo del equilibrio entre lo positivo y lo negativo. Sumando otra vez cabalísticamente, ahora el número 32, obtenemos el número 5 que, en los Arcanos Mayores del Tarot Egipcio, representa a la Gran Ley, a la Justicia Divina. Esto significa que el Tribunal de la Justicia Objetiva maneja las dos fuerzas antagónicas y que el “animal intelectual” equivocadamente llamado “hombre”, está sometido a sus dictámenes. Todas las personas, querámoslo o no, percibámoslo o no, jugamos (trabajamos) sobre el tablero.

Piezas
Dicho lo anterior, a continuación, procede analizar cada una de las piezas intervinientes en el arte del ajedrez. Cada participante cuenta en total 16 piezas. El número 16 corresponde a “La Fragilidad”, a la “Torre Fulminada” por el Rayo de la Justicia Cósmica. Según los cabalistas, esta es la Torre de la “confusión de las lenguas”. Ciertamente, sobre el Tablero, los “humanoides” no logran entenderse y forman la Humanidad mecánica, inconsciente, dormida. En otras palabras, constituyen la famosa “Torre de Babel”. Concretando aún más, también podemos manifestar que la torre fulminada equivale a la caída del Iniciado al abismo. En efecto, muchos son los Iniciados que caen, como la Pentalfa invertida, sobre el Tablero de la Vida: muchas son las “Torres Fulminadas”. Todo iniciado que derrama el Vaso de Hermes, se cae inevitablemente.

El Rey
El Rey simboliza al Real Ser Interior de cada uno de nosotros, nuestra Estrella Interior. Su movimiento es libre, en todas las direcciones, hacia delante o hacia atrás, pero sólo avanza una casilla. Como constituye la pieza principal del ajedrez, su pérdida supone la finalización de la partida. Esto acontece con el jaque mate. Cuando en el juego del ajedrez se produce “Jaque Mate” al rey, esotéricamente significa que se ha cumplido el ciclo de 108 existencias para determinada Esencia. Al no existir posibilidad de defensa, el Íntimo o Maestro Interno absorbe los principios anímicos y espirituales para que su Esencia involucione en los Mundos Infiernos y quede libre de “Yoes”. Todo ello, hasta que comience el Juego de la Vida, reiniciando uno nuevo de sus tres mil ciclos de existencias. Quiere decirse con ello que, a pesar de que la Esencia involucione, el Rey es inmutable, eterno. El Rey blanco nos invita a pensar en el Padre Eterno Cósmico Común, en Jehová o Iod-Heve. El Rey blanco es inmortal, ya que cuenta con 3. 000 oportunidades. Interesa señalar que el Rey, pese a ser capturado, nunca abandona, como el resto de las piezas, el tablero. Él debe luchar contra su antítesis, impulsando, desde adentro y desde arriba, a su Esencia, para que trabaje sobre sí misma en el Tablero de la Vida. El Rey negro nos señala todo lo contrario del anterior: el Anticristo o fuerza tenebrosa del Universo. También hace referencia al Ego Animal y, en general, a todas las Potencias de las Tinieblas, a las fuerzas involutivas de la Naturaleza y del Cosmos.

La Reina
La Reina es la segunda pieza en importancia tras el rey. No olvidemos el dicho que reza que, detrás un gran hombre siempre hay una gran mujer. En el juego de ajedrez, se presenta como la pieza más valiosa y versátil, pues sólo ella puede, en su bando, moverse ilimitadamente como cualquiera de las demás, exceptuando el caballo. Es decir, puede avanzar tantas casillas como desee, y en cualquier dirección, con la única restricción de no encontrar una pieza de su color, o rival la que, en caso de desearlo, puede capturar. No es de extrañar, por consiguiente, que, cuando un peón consigue llegar a la orilla del contrincante al permitirse el trueque por cualquiera de las piezas capturadas, la primera elección suela ser la dama. De hecho, la partida está prácticamente perdida, cuando el descuido del jugador ocasiona la pérdida de la dama. Al igual que el Rey, y las demás piezas del juego, la Reina también tiene dos aspectos: el blanco y el negro. En su aspecto positivo o blanco, ella es la Divina Madre Kundalini con sus cinco formas, ya simbolizada por los hindúes con la Vaca Sagrada de cinco patas. Ella es María, Ram-Io o Tonanzín. Es el aspecto femenino de Dios (Dios-Madre), o sea, una parte de nuestro propio Ser, pero derivado. El hijo ingrato que se olvida de su Madre, invariablemente fracasa en el Tablero de la Vida, debido a que, sin su asistencia, resulta de todo punto imposible aniquilar el Ego Animal. La Reina Blanca o Kundalini es un Fuego Electromagnético y Solar que subyace enroscado, en forma de Serpiente, aguardando el instante de ser despertado. En efecto, quienes estudian fisiología esotérica a lo Náhuatl o a lo Indostán, enfatizan la idea trascendental de un centro magnético maravilloso, ubicado en la base de la columna vertebral, a una distancia media entre el orificio anal y los órganos sexuales. En el centro de tal Chacra se encuentra un cuadrado amarillo, invisible para los ojos de la carne, pero visible para la clarividencia o Sexto Sentido. Allí existe un Yoni o Útero y, en el centro del mismo, se encuentra un Phalo, en el cual está precisamente enroscada la Serpiente, esa misteriosa energía psíquica llamada “Kundalini”. Incuestionablemente sólo mediante el Sahaja Maithuna o Magia Sexual, puede ser despertada la Serpiente, La Reina Blanca del ajedrez en su aspecto energético dentro de nosotros mismos. En su vertiente negativa o negra, ella es la Diosa Kali, es decir, la divinidad de los deseos y las pasiones. Todavía hoy en día, algunas sectas degeneradas y tenebrosas de la India, le ofrecen a Kali sacrificios humanos. Esta Reina es, pues, la fuerza infra-instintiva y brutal de la Naturaleza; es la antítesis de la Kundalini; es la Serpiente Tentadora del Edén que combate eterna e incesantemente a la Serpiente positiva. Constituye, por lo tanto, el fuego sexual bajando negativamente hacia los infiernos atómicos del hombre. Siempre ha existido y existirá una cruenta lucha entre la Reina Blanca y la Reina Negra, disputándose a sus hijos, es decir, a la Humanidad. También representa a la Naturaleza. Cuando la persona quiere trabajar, ayuda como también esclaviza.

El Alfil
El Alfil es, a la vez, la Lanza Sagrada de los antiguos Misterios, el Phalo, el Sexo, el Edén. Su función juega un destacable papel en numerosas leyendas orientales como instrumento maravilloso de salvación. La liberación únicamente se alcanza al ser blandida la lanza sabiamente por el Alma que anhela. Esto permite reducir a polvareda cósmica todas esas entidades cavernarias que constituyen el “mí mismo”. Por tanto, el Alfil, representativo del un carácter fálico, es el símbolo del poder sexual (viril). El Alfil puede avanzar o retroceder tantos escaques como desee, pero siempre en diagonal y sin salirse de su color. Debemos observar cómo esta pieza, al moverse en diagonal, forma “equis”. Esto nos recuerda precisamente a la Cruz de San Andrés. El extraordinario suplicio de Andrés, lleno de enigmas y portentos, hizo muy célebre la Cruz en Equis, sobre la cual, en forma despiadada, ataron sus miembros separados. Indubitablemente y sin exageración alguna, podemos y debemos decir solemnemente que la Cruz de San Andrés simboliza una “K” griega. Esta fue, es y será siempre uno de los símbolos más valiosos del esoterismo Crístico. El hondo significado de las torturas de Andrés en la terrible “X” representa la aniquilación del Ego en el Laboratorium-Oratorium del Tercer Logos. También alude a la terrorífica muerte indispensable, que jamás podría realizarse con ningún fuego vulgar. Para esta labor, se requiere la ayuda extra de un agente oculto, de un fuego secreto de tipo sexual, el cual, para dar una idea de su forma, se parece más bien a una gota de agua que a una llama. Este Fuego Acuoso, o esta Agua Ardiente, no es otra cosa que la chispa vital comunicada por el Logos a la materia inerte. Es el Fohat Divinal, encerrado en todo lo creado; es el Rayo Ígneo, el Kundalini, la Serpiente Sagrada de la Sabiduría de Anahuac, ascendiendo por el canal medular-espinal del Adepto. Es evidente que todo lo anterior se refiriere al Alfil Blanco, al Phalo utilizado en forma positiva para lograr la Castidad Científica mediante la transmutación alquímica. No resulta difícil entender que su antítesis, el Alfil Negro representa la fornicación, la fuerza viril utilizada para el erotismo malsano, etc.

El Caballo
La etimología del término nos rememora al ideal del caballero cristiano, plasmado en el personaje del caballero medieval o al fenómeno de la caballería de dicha época. El Caballo se mueve, sobre el Tablero, en forma de “L”. Esto nos recuerda a la Ley, simbolizada, entre los mahometanos, por un caballo. Sólo esta pieza puede saltar sobre las demás, sin importar su color. El Caballo del juego de ajedrez singularmente nos invita a pensar en el Centauro mitológico y en la Constelación de Sagitario. Realmente, el “humanoide intelectual” es todavía algo no logrado, y por eso se desencadenan, dentro de sí, terribles luchas entre la parte animalesca y su parte verdaderamente humana. El “animal intelectual” es como un Centauro que debe lanzar la flecha de su anhelo, o sea, de sus Ansias de Ser, hacia su Sol Interior o su Real Ser, para volverse a Religar con Él.
La flecha constituye un símbolo de la fuerza de Eros. Por otro lado, el arco templado representa a las tres fuerzas: Padre, Hijo y Espíritu Santo que debe utilizar todo neófito para llegar a la liberación interior.
El Caballo, simultáneamente, alegoriza la osadía, el valor, la valentía, la amistad, la inteligencia y otros atributos de la Conciencia.
Sin embargo, para lograr lo anterior, resulta altamente necesario eliminar los opuestos de las mencionadas virtudes, traducidas por el Caballo Negro. Es de recordar, por ejemplo, que, en el esoterismo del toreo, el Caballo simboliza el cuerpo físico aún no domado y sobre el cual va el neófito, dispuesto a “picar” con la Lanza a la “Bestia Bramadora”, es decir, al ego animal.

La Torre
La Torre, dado que entre otras cosas alude al Estado de Alerta Percepción, es decir, a la Observación que sobre sí mismo debe tener el aspirante, constituye una pieza de inestimable valor. Su movimiento le confiere gran estima por los jugadores. Sin el sentido de la auto-observación psicológica, el triunfo, en el Tablero de la Vida, resulta radicalmente imposible. No olvidemos que toda auténtica auto-psicología, tiene tres aspectos fundamentales: auto-observación, auto-exploración y eliminación. Desde luego, la Torre (roca) está cimentada sobre la Piedra Cúbica de Jesod, sobre el sexo, ya que el trabajo de la muerte mística no se puede realizar, cabalmente, sin la ayuda del Tercer Logos, o sea, de la energía creadora. También nos recuerda la torre a las dos columnas que están a la entrada de todo templo. Así pues, en estado de alerta, como el vigía en época de guerra, el neófito desde su propia torre, (su cerebro, su cabeza), aprende a transformar las impresiones. Así se evita que la mente realice su acostumbrado procesamiento de datos, al interponer la conciencia entre la Torre y las impresiones que le vienen de todos los lados del Tablero. Pablo de Tarso dijo a sus discípulos: “Recordad que vuestros cuerpos son el Templo del Dios vivo y que el Altísimo mora en vosotros. ” La Torre de ese Templo es la cabeza del “cuerpo planetario”. El mismo Templo de Salomón, tiene la figura del cuerpo humano. “Belem” nos recuerda a la famosa “Torre de Bel”, a la formidable “Torre del Fuego”. Para que el “Niño de Oro” (Horus) de la Alquimia (el Cristo Interior, el Hijo del Hombre) pueda encarnar en nosotros, se necesita que la “Torre de Bel” se encuentre levantada. La torre sólo está construida cuando hemos desarrollado el Fuego Solar dentro de nosotros mismos. En esas condiciones, el Hijo del Hijo (el Segundo Logos, el Chrestos) puede penetrar en nosotros para parlar el verbo de Oro del Primer Instante. En conclusión, sobre el Tablero de la Existencia, los Iniciados deben levantar su Torre de Fuego, si es que anhelan que el Magnesio Interior de la Alquimia, el Cristo Íntimo, nazca de su propio “pesebre”.

Los Peones
Los soldados rasos del Rey, son los neófitos o aprendices, o sea, las personas o gérmenes que aspiran a convertirse en Adeptos del Círculo Consciente de la Humanidad Solar. Es decir, los individuos que, informados sobre el Camino Esotérico que conduce a la liberación final, trabajan sobre sí mismos, debatiéndose entre lo blanco y lo negro. El peón presenta movimientos muy limitados: sólo puede avanzar hacia adelante, en línea recta, de casilla en casilla. Cuando se mueve por primera vez puede avanzar dos escaques. Como se indicó anteriormente, cuando el peón logra llegar hasta la octava hilera puede recuperar cualquiera de las piezas capturadas de su bando. El peón blanco representa a la Esencia luchando, con la ayuda del Rey, de la Reina, del Alfil y de la Torre Blanca, contra las fuerzas que se oponen a su desarrollo. El peón negro simboliza a las fuerzas del Ego, a esos “elementos inhumanos”, izquierdos y siniestros, que en su conjunto forman el “Yo”, el “mí mismo”. No representa otra cosa que la sombra tenebrosa de nuestro Rey que jamás pecó. Cuando un peón blanco es devorado, a causa de una “mala jugada”, significa que la víctima ha sido engañada por el Ego. Esta situación, desafortunadamente, resulta muy común sobre el Tablero de la Vida.
Los 8 “peones” también son “Pentalfas” invertidas, hasta tanto no logren despertar Conciencia y fabricar los Cuerpos Existenciales Superiores del Ser. El número 8 es el número de las “Pruebas de Job”, es un signo de dolor, de sufrimiento. Los 8 peones representan, además, a las 8 virtudes de nuestra Madre Divina Kundalini, a los que nosotros debemos limpiar su negrura hasta volverlos blancos, como condición indispensable para que nuestra RAMIO se manifieste a nosotros.

Por último, nos permitimos recomendar una película titulada “En busca de Bobby Fischer” en donde se muestra, a poco que se observe, algunos de los apuntes que se han mencionado en este trabajo.


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