El origen del saludo protocolar de veintiuna salvas de
artillería tiene su origen en el siglo XIV, cuando los cañones sólo podían
dispararse una vez. El modo que tenían los navales para demostrar sus
intenciones pacíficas era descargando su artillería. Para ello saludaban
disparando siete cañones de una vez, dejándolos sin posibilidades de ataque, y
los cañonazos se contestaban desde el puerto con igual número de disparos.
Luego, con el advenimiento de las baterías terrestres que
podían disparar tres tiros, el saludo pasó a ser de 21; haciéndose tronar tres
veces consecutivas los siete cañones. A la vez, es de tenerse en cuenta que en el plano militar, el tres y el
siete son números cabalísticos y sagrados.
Las salvas también solían usarse en alta mar, como saludo
entre buques que se encontraban tras largas y penosas travesías. Si el
encuentro se producía de día y con buen tiempo, hasta era costumbre aproximar las
naves para intercambiar víveres, mercaderías, y especialmente noticias.
En el Reino Unido, cuya armada es la primera de las Fuerzas
desde los siglos XVIII y XIX –épocas colonial e imperial–, fue la primera
nación en adoptar en su flota de barcos este tipo de saludo (efectuando los
disparos solo con pólvora, sin balas), registrando éste y otros detalles del
ceremonial naval en el "Queen's Regulations and Admiralty
Institutions", que sirvió de base al Reglamento de Ceremonial Marítimo
argentino.
Con el tiempo, el saludo de 21 cañonazos se fue adoptando
internacionalmente, previa consideración de los usos y costumbres de cada país.
Por ejemplo, en el Congreso de Aquisgrán –Aix-la-Chapelle–, en el Protocolo del 21 de noviembre de 1818, las potencias participantes enviaron
a la Conferencia Ministerial que habría de realizase en Londres, los
reglamentos que observaban hasta entonces referentes al saludo naval. Se invitó
entonces a las demás potencias a comunicar sus propias disposiciones a fin de
establecer un reglamento único en la materia. Ese Protocolo llevaba las firmas
de Richelieu, Matternich, Nesselrode, Hardenberg, Capo d’Istria, Bernstorf y
Castlereagh, pero finalmente la iniciativa no se concretó: a menudo, los
saludos ante la visita de algún Jefe de Estado que arribaba a un puerto
extranjero se hacía con salvas que variaban entre 101 y 21 cañonazos; y para
las flotas o barcos de guerra visitantes, o para personalidades de menor
jerarquía, el número variaba también.
Sin embargo, el principio diplomático de la reciprocidad
hizo que entre fines del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX, la
costumbre internacional y acuerdos en el tema, fuera generalizando el saludo a
los Jefes de Estado en salvas de 21 cañonazos.
Estados Unidos, por ejemplo, fijó su protocolo de 21
cañonazos en agosto de 1875.
Por su lado, la República Francesa, en el Decreto del 16 de
junio de 1907, en “título de Honores Militares”, estableció que, al visitar el
Presidente una guarnición o unidad militar, entre otros honores, se le saludara
con una salva de 101 cañonazos a su arribo y otra similar a su partida; pero el
Decreto del 18 de febrero de 1928, lo reguló finalmente en la cantidad de 21 cañonazos.
En 1927, al recibir el rey Alfonso XIII en Madrid al rey Gustavo V de Suecia de visita oficial a España, en los honores que le fueron tributado se efectuaron tres salvas de 21 cañonazos: la primera cuando el tren especial que conducía al visitante llegó a la estación ferroviaria; la segunda se inició al ponerse en marcha su comitiva hacia el Palacio Real; y la tercera, al retirarse.
La República Argentina, que tradicionalmente concedió particular
valor a las normas del ceremonial, publicó el 8 de octubre de 1886 el
Reglamento de Ceremonial Marítimo, suscrito por el Presidente de la Nación, general
Julio Argentino Roca. A este Reglamento se le agregó el Reglamento de Honores y
Saludos de 1902, complementando así el Reglamento de Ceremonial Marítimo de 1904,
segunda edición, publicado por la Armada Argentina.
En su Capítulo II establece los honores al "Presidente
la Nación, Vicepresidente en ejercicio o Presidente en caso de acefalía",
donde el artículo 14 dice que al llegar éste a aguas donde se encuentra una
fuerza naval, el personal superior y tripulación vestirán de gala, los buques
empavesarán a toda gala y recibirán con una salva de 21 cañonazos, tras lo cual
la banda de música tocará Marcha Regular o el Himno Nacional; haciéndose al retirarse,
los mismos honores que al llegar.
En el artículo siguiente especifica que la visita, si se
reduce a un buque suelto, aparte del empavesado y las otras exigencias, la tripulación
dará tres veces las voces de ¡Viva la Patria! y solo al alejarse el Presidente
de la Nación se hará la salva de 21 cañonazos.
En cuanto a los jefes de Estado extranjeros, se les harán
los mismos honores que al de la Argentina.
Para el Vicepresidente, la salva constará de 19 cañonazos,
solo al retirarse. Otro tanto corresponde a los embajadores acreditados. La
escala de disparos de cañón debe decrecer con los números 17, 15, 11, 9, 7 y 5 acorde
a las demás jerarquías.
El hecho de que el número sea siempre impar, responde a la
antigua superstición naval que considera que el número par no es favorable.
De la misma manera, el protocolo puede establecer 21
cañonazos para saludar a la bandera, a monarcas, por el nacimiento de
miembros de la familia real, o para despedir a un Primer Mandatario, tal como se
hizo al depositar los restos del ex presidente Raúl Alfonsín, en el Cementerio
de la Recoleta.
También se efectúan salvas de honor en caso de fallecimiento
del personal militar, siendo su número de disparos variable según la jerarquía
del homenajeado.
Lic.Tamara Le Gorlois
Maestra de Ceremonias, Instituto Blanco Villalta
Muy interesante articulo
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