La tríada del mal: narcisistas, psicópatas y maquiavélicos


Respecto a que una de cada cuatro personas obra en ejercicio del mal, por el año 2002, Delroy Paulhus y Kevin William publicaron un artículo académico de psicología analizando tres rasgos especialmente aversivos y sombríos de la personalidad. Constatando inquietantes similitudes entre sí, finalmente llamaron al narcisismo, la psicopatía y el maquiavelismo, la tríada oscura, debido a las cualidades malévolas que les caracteriza. Son figuras tan presentes en tiempos de la Inquisición como en la actualidad.


La psicopatía y el narcisismo como trastornos de la personalidad, hoy se conciben a nivel subclínico, es decir, presentan una sintomatología que no se expresan con signos o síntomas detectables, pero que se revelan a partir de los efectos que generan en el desempeño y funcionalidad general del sujeto. Por su parte, el maquiavelismo ni siquiera está reconocido por el DSM 5, el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales como trastorno de la personalidad.


La palabra narcisismo deriva del personaje mitológico Narciso, quien se enamoró de sí mismo al verse por primera vez en aguas de un estanque. A partir de entonces pasaba horas contemplándose de tal manera que un día sucedió lo previsible: murió, se ahogó en el descuido de observarse en forma tan obsesionada.

Narciso se convirtió en arquetipo de vanidad y egocentrismo, en el ser que se glorificó en una locura que acabó con su propia vida.

La psicología reconoce la autoestima como un factor de vida sana. Reconocer y respetar nuestro propio valor nos da una apreciable estabilidad psicológica y emocional. Pero es tan importante reconocer nuestro valor como respetar el valor de los otros.

El problema del narcisista es que, si bien reconoce su valor (a menudo en forma exagerada), se niega a reconocer el valor de los demás. El narcisista carece de empatía hacia los demás y carece de introspección; no puede reconocer su problema.

Como trastorno de la personalidad, el narcisismo es un desorden mental en el cual el individuo ostenta una percepción desmesurada de su propia importancia, conllevando esto una gran necesidad de ser validado, de recibir admiración, de reclutar fans o adeptos. Le caracteriza la dominación, arrogancia, exhibicionismo y la explotación ajena.

Busca proyectar al mundo una imagen idealizada y magnificada de sí mismo y busca al mismo tiempo ser reconocido como alguien extremadamente relevante, virtuoso e influyente.

Esto surge de una bajísima autoestima, de una gran necesidad de validación por parte de todos, ya que él mismo no se valida. De niño no tuvo límites, fue tremendamente consentido, o, por lo contrario, tuvo todos los límites… no tuvo acceso a expresiones de amor, de cuidado, de protección… tuvo grandes carencias y no fue emocionalmente atendido; inclusive, a menudo, por no contar con la protección y mirada de sus progenitores, fue víctima de abusos. Como consecuencia, se produjeron cortes o bloqueos neuronales que lo muestran con total falta de empatía hacia los demás. No puede demostrar el amor que no recibió. Está bloqueado. De adulto creerá que el universo le debe todo; todas sus relaciones serán utilitarias, no sentimentales. Cada vez que se relacione será para demandar satisfacer sus necesidades depredando a quien sea: su pareja, un hijo, un amigo, un vecino, un empleado, un compañero de trabajo… Estará incapacitado para dar amor y se caracterizará por ejercer poder y control sobre los demás. Sin reconocer sus características, sin mediar ningún tipo de introspección, la sanación se hará imposible. No es que disfrute del sufrimiento ajeno como el psicópata, pero que los demás sufran, simplemente no le importa.

La baja autoestima del narcisista hace que sea especialmente megalómano, envidioso y celoso, por lo cual procede en forma mecánica y sutil a despojar o destruir al otro de lo que le ocasiona envidia. Para ello crea una máscara social, y cuando cree que no recibe suficiente reconocimiento o escucha críticas hacia su persona, desata ira, difamaciones y castigo.

Es el clásico padre o madre que implanta híper-exigencias académicas, deportivas, conductuales o de cualquier otra índole a sus hijos, castigándoles o ignorándoles cuando el resultado no es el esperado.

O, por lo contrario, felicitándoles sólo de puertas para fuera si la labor desempeñada les ha colocado en una posición favorable ante ojos de los demás. Narcisista puede ser también el profesor erudito que se concibe como el gran epítome de la sabiduría, o el deportista que se autoproclama eterna leyenda, o el vecino irrespetuoso de los límites ajenos.


La palabra psicópata proviene del griego psico- (psyché), que significa "alma" o "mente". En su origen, "psyché" hacía referencia tanto al alma como al principio vital y a la mente. Y -pata (pathos), que significa "sufrimiento", "enfermedad" o "aflicción".

Es quien tiene un padecer mental, un subtipo del trastorno de la personalidad antisocial con pobreza de reacciones afectivas, tendencia a la mentira patológica y la incapacidad para expresar remordimiento culpa o vergüenza. Son personas muy habilidosas ocultando sus verdaderas intenciones y representando emociones concretas sólo por conveniencia, propensión hacia la manipulación, falta de empatía, control deficiente de los impulsos, pérdida del sentido moral o del polinomio bueno malo, crueldad, codicia, irritabilidad, promiscuidad sexual, etcétera.


Respecto al maquiavelismo, el diplomático italiano Nicolás Maquiavelo escribió en el siglo XVI El Príncipe, tratado político que expone la forma en que los gobernantes deben hacer frente a situaciones con el fin de conservar exitosamente el poder. Es una obra de gran valor por su conocimiento de la psique humana. Algunos párrafos han generado polémica, como los que dicen “nunca intentes ganar por la fuerza lo que puede ser ganado por la mentira”, “es más seguro ser temido que amado” y tantas otras frases, a menudo sacadas de contexto, que popularizaron el término maquiavélico denotando una carga despectiva y peyorativa para condenar prácticas inmorales, malévolas o autócratas.

En psicología, el maquiavelismo hace referencia a un conjunto de rasgos de la personalidad que evidencia una priorización absoluta hacia los propios intereses y una tendencia a ver a los demás como medios para lograr determinados fines. De ahí el aforismo maquiavélico de que el fin justifica los medios.

La persona maquiavélica es estratégica, premeditada y calculadora, hace culto a la manipulación, el oportunismo y el utilitarismo, ganándose estratégicamente la confianza de personas de las cuales pretenden extraer algún tipo de beneficio. Son auténticos expertos en la detección de debilidades ajenas y grandes manipuladores de las situaciones que les puedan favorecer.

 

Así como el narcisista “se hace”, psicópata “se nace”, y los rasgos maquiavélicos pueden ser innatos o adquiridos. Los estudios ponen de manifiesto la gran influencia del componente hereditario, especialmente en el perfil psicópata. Pero por supuesto, la configuración ambiental también juega un papel fundamental; el entorno físico, social y cultural puede condicionar los comportamientos malévolos.


Por lo tanto, es prudente hacer uso de las enseñanzas estoicas que dicen “No juzgues tan rápido a quienes portan el mal, pero tampoco les concedas la ocasión de que lo ejerzan sobre los demás y sobre ti”.

También Juan 8:32 dice "Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres", invitando al autocuidado, a instruirnos, a aprender de las experiencias y evolucionar alejándonos de la influencia de las fuerzas del mal.

Tamara Le Gorlois

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