El uruguayo Víctor Casterán, importaba de los EE.UU., tanto azúcar como tractores, y al poco tiempo se convirtió en el más conspicuo importador de kerosene en la Argentina antes de que aparecieran las grandes petroleras. Cuando por 1930 adquirió “La Casona”, imponente propiedad en Ingeniero Maschwitz (Escobar), como pasatiempo comenzó a criar patos de raza norteamericana alimentándolos con leche y cereales. Los patos fueron particularmente pechugones y comenzaron a ser solicitados por refinados hoteles y restaurantes. Para darles una impronta, Casterán los denominó combinando las tres primeras letras de su nombre con las primeras de su apellido: los ‘Patos Vicca’, y de ahí que con el tiempo pasó a ser el apelativo de los corpulentos muchachones.
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