La escena transcurre en el taller de un alquimista. Habla de
su metamorfosis (sapo), transmutación que logra el sabio que deja morir su
materia (la del “hombre viejo”, yacente), para dar vida al “hombre nuevo” o
espiritual (joven que comienza a incorporarse, todavía no está enteramente
erguido, solo sugiere el movimiento, delatando que está en buen camino). La
postura y el color cadavérico del "hombre viejo" acentúa la idea de
que muere para dejar renacer esta nueva vida en él. Esto solo lo logra al
encontrar en justo equilibrio sus dos energías opuestas, por eso la figura de la
hechicera, arquetipo de mujer sabia, soror mistique o Beatrice, está en el medio, en el
centro de equilibrio, (vestida con colores iniciáticos). La flor que la fémina
tiene tras su oreja es símbolo de la rosa o flor de loto, mandala natural o
laberinto que el peregrino tiene que recorrer venciendo minotauros, sus propias
animalidades o materia, para llegar a ese centro espiritual tan anhelado, axis
mundi o eje del mundo que lo conecta con la divinidad.
En el momento inmediatamente previo a que el alquimista
logre convertirse "en piedra filosofal" –transmutación total de la
materia (egos, vicios, etc.)–, se encuentra con su energía femenina (su energía
opuesta). Es cuando el Dante, tras haber viajado por el Inframundo y el
Purgatorio, encuentra a su Beatrice en el umbral del Paraíso: sin
complementarse con ella, nunca hubiera podido entrar al Paraíso. Es la fuerza Yin encontrada con la
fuerza Yang en exactamente la misma proporción una y otra, dándole así
equilibrio a las fuerzas cósmicas.
En el tarot esto se representa con el andrógino, y es lo que
Jung explica desde el plano psíquico como el momento en que el hombre logra
reconocer su sombra, reconoce el "ello" (lo que siempre inculca o
culpabiliza a los demás cuando en realidad es algo que está en él mismo y se
empeña en ocultar en las sombras de su ser). Jung decía que solo cuando el
hombre logra reconocer sus sombras, su "ello", su Beatrice, su lado
femenino, su energía opuesta, deja de confrontarse con los demás por lo que en
realidad son sus propios vicios y miserias y logra transmutarse en piedra
filosofal, en hombre nuevo; logra su perfecta felicidad o ataraxia.
En esta obra están representados los cuatro elementos de
toda iniciación: tierra (serpiente horizontal), aire (murciélago), agua (sapo)
y fuego (salamandra –sobre el libro–).
Y como el cuadro habla del alineamiento con el axis mundi o
perfecto equilibrio entre lo telúrico y lo divino, el encuentro del hombre con
su estado superior del Ser, también están perfectamente distribuidos en un
grupo (todos ubicados hacia la derecha del cuadro, como corresponde): la razón,
la intelectualidad, las ciencias, los elementos que permiten estudiar la geometría
sagrada y el orden del universo; todo aquello con lo que el alquimista hace su
trabajo de sublimación intelectual para lograr la sublimación espiritual.
En cambio, a la izquierda, se agrupa todo lo bestial, la
materia, vicios, egos, miserias representados en los animales. Algunos de estos
animales que se encuentran en cada uno, son depredadores, carnívoros, otros en
cambio son mansos y herbívoros: están representando diferentes estados del Ser.
De hecho, el manso herbívoro (antílope en este caso) tiene cuernos. Y los
cuernos representan “apertura”, es el comienzo del entendimiento (Aries y Tauro
con sus cuernos dan comienzo al ciclo zodiacal). Queda atrás, en el fondo, el
animal depredador, y pasa a primer plano el animal manso presto a tomar conocimiento
de la obra.
Esto nos recuerda a Cristo (alquimista) que apenas nace en
este mundo material (involución), se encuentra rodeado de animales en su
pesebre, que se transmutarán a lo largo de
su vida hasta recibir lenguas de fuego y lograr la resurrección
(evolución).
El perro o lebrel está precisamente en el medio de ambos
estados del ser, entre el animal depredador y el manso. El perro es psicopompo,
o Hermes; al igual que el pez o el delfín (si los hubiera) es el ser que guía
al iniciado en su viaje de transmutación, en el paso de un estado del ser a
otro.
Hay otro equilibrio simbólico en el cuadro: todos los
elementos de la razón, ciencia, intelectualidad de la derecha, están sobre la
mesa, están en un estado elevado respecto a todo lo bestial que se encuentra en
el piso a la izquierda.
Sobre la mesa se encuentra también el Globo crucífero que
utilizó para trabajar por la Vía Seca, utilizando antimonio disuelto a altas
temperaturas (300°C
por lo menos) del fuego secreto y del espíritu universal. Para ello utilizó el crisol
logrando el Régulo del Antimonio Marcial (Marcial porque el antimonio posee
impurezas de Hierro, también conocido como metal de Marte), lo cual se trabaja con
campana de vacío o extractores para evitar la inhalación de los gases extremadamente
tóxicos del antimonio.
El murciélago, al igual que el búho (si lo hubiera) son
seres que se orientan en la oscuridad, allí donde el profano, el hombre común
no logra ver.
Las serpientes horizontales son materia; las serpientes verticales,
sabiduría adquirida.
El libro abierto son los secretos herméticos develados al
alquimista. Debajo de él hay otros dos, que tras haber sido aprendidos,
volvieron a cerrarse para que los secretos herméticos permanezcan protegidos.
En definitiva, los tres libros son tres grados de este viaje iniciático.
El fuego en el bracero, es la fragua omnipresente en todos
estos trabajos espirituales (la salamandra, reptil que representa el elemento
fuego, se encuentra muy cerca del bracero, como si de allí hubiera saltado).
En el cuadro barroco, casi rococó, pintado por el hermano de
Bartolomeo, Domenico Guidobono representa una hechicera guiada por una niña, es
ella misma en su más tierna infancia, edad en la cual todavía no fue corrompida
por los preceptos sociales y en la cual mantiene intacta la memoria divina que
puede guiar los trabajos herméticos (cuadro expuesto en el Metropolitan Museum
de Nueva York).
En otros tantísimos cuadros sobre alquimistas, el “hombre
viejo” se representa inclinado sobre su atanor, donde trabaja desde el
putrefactio de la materia, sin llegar a mayores conclusiones todavía. En esos
cuadros se lo suele ver sin figura femenina, sin lograr ser andrógino todavía,
sin llegar todavía a su piedra filosofal.
Lic. Tamara Le Gorlois
Bellísimo. Gracias por compartirlo.
ResponderBorrarMaría Inés.