¿Cuántas veces pasa que, “de pronto” sentimos malestares, dolores, respuestas somáticas, emocionales, cognitivas y/o espirituales inesperadas y nos preocupamos por lo que nos pueda estar pasando, a nosotros o a nuestros seres queridos. Vamos corriendo al profesional, médico, psicólogo, o lo que corresponda, quien, encima de haber estudiado hace algunos años y no haber tenido tiempo para actualizarse, se encuentra atrapado en un sistema perverso que le permite apenas unos pocos minutos de atención a cada paciente. Imposible tener buenos resultados cuando a menudo se debe analizar toda una vida de malos hábitos para llegar a la raíz de ese dolor o sufrimiento.
No arengo a
descartar la consulta médica o profesional, todo lo contrario. Esa consulta es
siempre necesaria porque puede ser la primera información que recibimos para
ver algo que, atrapados nosotros también en la vorágine cotidiana y la zona de
confort, muchas veces no vemos o no queremos ver.
Vivimos tiempos
de privilegio, donde podemos recibir en forma global información sobre los
últimos descubrimientos científicos, directamente de los papers de los
investigadores que muchas veces nos revelan la obviedad de lo obvio: aquello
que no vimos, no estudiamos, no hicimos consciente y es básico para la calidad
de vida.
En forma
individual perseguimos metas de todo tipo: tener una familia, amor, salud, trabajo,
estabilidad económica y financiera… lo que sea, y podemos interpretar todo esto
como Calidad de Vida o Felicidad (los budistas lo llamarían Paz, ser y estar en
Paz).
El problema está
en que a menudo nos creemos tan limitados, que ponemos el foco en un solo tema,
descuidando por completo el resto. Por ejemplo, cuido tanto de mi familia, que
me descuido yo mismo/a, y cuando me quiero dar cuenta, estoy en el peor de los
estados y ya no puedo cuidar de mis seres queridos. Otro ejemplo: cuido tanto
mi selección de alimentos y cómo me nutro, que descuido hacer ejercicio físico
(indispensable para asimilar los nutrientes).
El punto está en
que estamos tan en automático que dejamos de prestar atención a lo obvio, y
hacemos mal hasta lo más simple, siendo que ahí está el secreto de la Calidad
de Vida.
Tengamos en
cuenta que el cerebro busca nuestra supervivencia, pero el corazón y sus
emociones, busca la felicidad.
¿De qué sirve
sobrevivir si no somos felices?
Aquí vuelvo a mi
aforismo: Sufrimos por ignorancia. Estudiemos.
Invito a que ya no demos por obvio lo obvio.
El cerebro, en su
función básica de supervivencia, también nos permite estudiar y comprender todo
lo que hacemos en piloto automático, y muy a menudo, en forma errónea:
¿Le doy a mi
cuerpo y alma lo que necesito para tener estabilidad y lucidez hasta el último
día de vida sin depender de los demás? Llegar a la vejez con dolencias y
deterioro se ha generalizado, pero NO ES NORMAL.
- ¿Me estoy alimentando bien? ¿Recibo todos los nutrientes esenciales?
- ¿Hago el ejercicio que necesito para asimilar esos nutrientes?
- ¿Tomo suficiente agua?
- ¿Tengo el trabajo que me gusta?
- Si mi trabajo o rutinas implican mucho tiempo sedentario ¿hago snacks de ejercicios?
- ¿Gestiono bien el estrés?
- ¿Cuido mi inteligencia emocional?
- ¿Manejo bien mis finanzas personales, mi economía y la de mi hogar?
- ¿Tengo calidad de sueño y descanso?
- ¿Respiro bien?
- ¿Elijo bien mi entorno social?
- ¿Tengo contacto con la naturaleza?
- ¿Cuido no exponerme a agentes tóxicos?
- ¿Vivo respetando el ciclo circadiano?
Algo tan común como cansancio crónico, falta de energía o dolores de cualquier tipo, puede deberse a que descuidamos alguno de los puntos mencionados (o todos).
Se le atribuye a
Napoleón una frase que dice, “Cuando conoces a tu enemigo, deja de ser tu
enemigo”. Si creemos que algo nos puede estar doliendo o haciendo sufrir, nada
mejor que tomar la responsabilidad de estudiar lo que nos pasa y por qué nos
puede estar pasando.
Es un proceso
largo, muy intrincado, pero vale la pena.
¿Me informo, estudio, me actualizo en temas que creía saber? (reconocer que tenemos mucho por aprender se llama humildad).
Tras ver el
problema, la clave del éxito está en la acción. Ver el problema y rectificar
pequeños hábitos a diario, nos lleva por un camino saludable, feliz y de
abundancia. Y a eso le llaman milagro.
Tamara Le Gorlois
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