Hedónico & eudemónico

Lic. Tamara Le Gorlois

Los sibaritas procuran a menudo hurgar su felicidad entre lo hedónico y lo eudemónico, entre los placeres corporales y los superiores. Suelen optar por uno u otro, pero ambas sendas son perfectamente compatibles y pueden formar un verdadero yin y yang. Encastrarían así perfectamente las atenciones corporales y espirituales, ambos componentes de la calidad de vida que hace a la sensación de bienestar, la más próxima que encontramos a nuestra felicidad, y que si bien es una experiencia subjetiva, no debería nunca atentar contra el bienestar de otros seres.

El enfoque hedónico persigue los placeres corporales sin dolor, aunque pueda haber casos muy puntuales en que se lo incluya. Son placeres que se perciben por los sentidos y liberan endorfinas (“hormona de la felicidad”, responsable de aumentar la alegría y de eliminar el dolor), tales como las relaciones sexuales, las caricias, los besos, el enamoramiento, la excitación, el orgasmo, el ejercicio físico, los buenos perfumes, los pranayamas (ejercicios respiratorios del yoga), los sabores deliciosos (el buen vino, los alimentos picantes, el chocolate), la música placentera, el buen humor, la risa, un hobby, la buena lectura, el paisaje natural, el viaje de placer, la contemplación de una obra de arte... Se crea un universo sensorial que se percibe por medio de nuestros órganos y libera endorfinas, produciendo efectos opiáceos, analgésicos, sensación de bienestar.
Vale aclarar que atender los placeres corporales no pasa por satisfacer la compra de un automóvil de lujo, sino por cubrir a diario nuestro entorno con sensaciones positivas de rápido alcance, disfrutar de las pequeñas cosas que nos suceden a diario. Se trata aquí tener ambiciones materiales acotadas, para reducir las ansiedades y potenciales frustraciones. Como dice el antiguo apotegma: no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita.

Los placeres superiores (eudemónicos), en cambio, surgen de actividades complejas que hacen a la realización del propio potencial canalizado hacia una sublimación intelectual y espiritual, que dan como resultado las gratificaciones, sensaciones de alegría, entusiasmo, bienestar o éxtasis entre otras.
Estas gratificaciones requieren del esfuerzo y la dedicación sobre algún objetivo en particular, donde nuestras virtudes crean emociones positivas. Esa satisfacción emergente se traduce en la sensación de realización, autovalorización, orgullo y serenidad tras lo conquistado, y amplía al mismo tiempo la capacidad de extroversión, jovialidad, de estado de alerta, de atención, decisión, acción, y seguridad en uno mismo; todos ellos valores que retroalimentan a su vez nuestro objetivo.  
Hablamos aquí de uno o varios objetivos, y no de metas, dado que el objetivo hace al camino a disfrutar, y la meta se refiere a un punto final que no siempre es alcanzable, y perseguirlo solo generaría nuevamente ansiedades, estrés y frustraciones con su consecuente dolor. Ese camino a transitar debe ser con ilusiones sanas, viviendo con optimismo, donde la meditación, el yoga y el cultivo de las virtudes hacen un gran aporte o juegan un rol importante.

Los placeres hedónicos son transitorios, casi limitados al momento del disfrute, mientras que los eudemónicos tienen mayor proyección, mayor trascendencia y son los que hacen, según las creencias hinduistas, al proceso de sublimación de nuestra esencia átmica. Pero como en todo, el equilibrio es siempre necesario: difícilmente podremos prestar atención y dedicación a los placeres eudemónicos si la atención hedónica de nuestro cuerpo no está atendida. Un cuerpo que sufre tiene mayor dificultad para concentrarse en desarrollar un proceso de sublimación.

Aristóteles desarrolló el concepto filosófico del eudemonismo o eudaimonismo como una justificación de todo aquello que sirve para alcanzar la felicidad en forma estoica. Los eudemonistas afirmaban que se llega a la felicidad actuando de manera natural, o sea, con una parte animal (bienes físicos y materiales), una parte racional (cultivando nuestra mente) y una parte social manifiesta en la práctica de las virtudes.

¿Pero cuáles son las pautas para trabajar en este proceso eudemónico?

  • Primero tener en claro los objetivos (las emociones positivas), reconocer si son nuestros o estamos canalizando nuestra energía en satisfacer los ajenos.
  • Reconocer qué da placer y qué gratifica y trabajar sobre ello.
  • No estar sujeto al pasado ni pendiente del futuro. Vivir del pasado es nostalgia, nos ancla a lo que no se logró, produciendo angustia y depresión, y vivir del futuro genera ansiedad, incertidumbre, obsesión y estrés. Ambas situaciones nos llevan a perder la oportunidad y el disfrute del presente.
  • Es fundamental la organización para poder trabajar cada día, aunque sólo sea un poco, en pos de la consecución de nuestro proyecto. Se debe establecer una escala de prioridades en las actividades diarias y ver de qué manera se compatibiliza mejor su ejecución con nuestro ciclo circadiano. Por ejemplo, si nuestro objetivo es el de hacer un trabajo intelectual, por lo general nuestro mejor momento para ello es apenas nos despertamos; y si se trata de descansar sincronizando ese momento con charlas con nuestra familia o seres queridos, seguramente el momento propicio sería al caer la tarde.
  • Promover vínculos saludables, evitar la convivencia con gente tóxica, ya sea en forma virtual o física.
  • De la misma manera, procurar el trabajo o la relación laboral coherente con nuestros objetivos y satisfacciones. Procurar el reconocimiento profesional y/o económico de nuestra labor.
  • Evitar la monotonía, el aburrimiento, la rutina, que atentan contra el nivel de producción de endorfinas de nuestro organismo.
  • Cuidar las relaciones íntimas, protegerlas.
  • Ser solidarios y reconocer los beneficios de la amabilidad, de agradecer, perdonar, saber pedir perdón y perdonarse a sí mismo.
  • Es importante controlar los tiempos que le dedicamos a las relaciones virtuales para no descuidar los contactos físicos con nuestros seres queridos y la satisfacción de nuestros placeres y objetivos.
  • Mantener buenos hábitos. Los malos hábitos se eliminan reemplazándose por buenos hábitos: comer moderadamente (no privarse de nada, pero todo en su justa medida), distribuir bien los alimentos priorizando el desayuno, disfrutar de espacios verdes, oxigenados y de buena luz natural, hacer ejercicio físico, descansar, relajarse, etc.
  • No desestimar la opinión de los profesionales capacitados en temas de autoayuda, psicología, sexología, yoga, etc.
  • Tomar conciencia de lo que se siente en cada momento y favorecer la selección y cambios. Nuestro cerebro tiene el poder de ser plástico, adaptarse a nuevos aprendizajes. Así como nos hemos apegado a una crianza, conducta, pensamiento, vínculos, principios, podemos perfectamente desapegarnos, desaprender, resignificar, cambiar en función a lo que necesitemos para alimentar nuestras nuevas necesidades. Para esto es importante saber cerrar puertas ya innecesarias para abrir otras nuevas. El miedo al cambio se pierde ejercitándolo. Tampoco es necesario hacerlo a grandes escalas, basta con hacerlo a diario en la medida de la necesidad.

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